El técnico cambió la mitad del equipo, pero la narrativa se mantuvo: el FC Porto se cae de la Copa de Portugal con un rendimiento insuficiente y un descontento creciente en la grada
Vítor Bruno suele decir, al analizar las derrotas, que la agonía en Olival sólo se siente durante las primeras 24 horas. Fue así después de Noruega, con el Bodo/Glimt, así fue después de Luz, contra el Benfica, pero difícilmente será así después de la derrota en Moreira de Cónegos y la temprana retirada de la Copa de Portugal. No es sólo un objetivo que se cae muy temprano en la temporada, sino también la exigencia de mantener al FC Porto en la lucha en todos los frentes hasta el final. Fueron 19 clasificados sin quedar eliminados de esta competición y habían pasado 16 años desde la última vez que los Dragones perdieron tres veces consecutivas. Hay demasiados números para respaldar la principal conclusión que se puede sacar de este partido: los Dragones no sólo estuvieron descontentos en Roma (contra la Lazio) y no estuvieron presentes en Lisboa (contra el Benfica), después de todo, hay un problema mayor. Lo aprovechó el Moreirense, gigante que aportó un sabor diferente a este fin de semana de la Copa de Portugal.
LA ILUSIÓN DE LA VENTAJA
El FC Porto tuvo dos semanas para digerir la agonía del resultado en el Estádio da Luz, pero quien pensaba que los Dragones – con cinco cambios en el once – irían con hambre se equivocaba. En los primeros minutos hubo buen control de la posesión del balón, cierta asertividad y un disparo arco de Namaso, pero pronto la organización defensiva del Moreirense se tragó a los blanquiazules y el partido rozó el aburrimiento. Pepê y Namaso, sobre todo, intentaron combinarse en el centro del campo, pero los colorados bloquearon el camino hacia la portería con muchos hombres y las jugadas de ataque terminaron siendo inofensivas. En la delantera, Fran Navarro se merece hasta el último céntimo del salario que gana (citando a Vítor Bruno), pero no ganó ni un solo balón a sus rivales. Y como no era posible por el medio, João Mário, en la banda, envió el centro que puso en ventaja al FC Porto, completado con un buen cabezazo de Pepê. La ilusión del Porto de una primera parte en el buen sentido duró seis minutos: Frimpong centró desde la izquierda y Asué, solo entre los centrales blanquiazules, restauró la igualdad. El Moreirense empató con el primer disparo a portería, confirmando la percepción de que no hace falta mucho para marcarle al FC Porto.
FURIA DESDE LOS BANCOS
En la segunda parte, el equipo local empezó a presionar alto, abriendo más espacios para los visitantes en ataque, pero los jugadores del Porto no supieron aprovechar. La jugada del minuto 55, cuando tras recuperar el balón Namaso tenía dos líneas de pase y decidió disparar suelto fuera, dejó muy clara la poca (y débil) producción ofensiva del FC Porto.
Vítor Bruno todavía susurraba al oído de Samu, probablemente pidiendo goles antes de que el delantero entrara al campo, pero ninguna sustitución detuvo el crecimiento del Moreirense en el juego, traducido en el gol de Alanzinho, de penalti, en el minuto 77. Los aficionados del Oporto esperaban el ducha final, pero sólo apareció la lluvia, porque los blanquiazules tenían muy poco que registrar.
El FC Porto cayó así de la primera competición, en la 4ª jornada, y el Moreirense pasa justo a los octavos de final. La grada que más apoyó a los visitantes durante el partido se mostró muy clara al final, con gritos de furia para los jugadores y especialmente para Vítor Bruno. El técnico recorrió el terreno de juego levantando a sus pupilos del suelo y tomó la delantera a la hora de informar a la afición. No le faltó valentía, pero le faltará al menos una Copa de Portugal.