“No olviden que morimos por amor a la vida, no a la muerte”, escribió Kianoosh Sanjari antes de arrojarse desde el puente dedicado a Hafez, el gran poeta iraní: un último gesto político extremo, la resistencia de un cuerpo arrojado. al vacío que grita al mundo su derecho a disentir. O al menos así lo entendió Sanjari, de 42 años, muchos de los cuales pasaron por cárceles iraníes, un periodista que había decidido dedicarse al activismo en defensa de las libertades y derechos civiles. Anunció y informó en directo de su suicidio el martes por la noche, exigiendo la liberación de cuatro presos políticos o, de lo contrario, llegaría la muerte. Su.
Si “Fatemeh Sepehri, Nasrin Shakarami (la madre de Nika, la manifestante de 16 años asesinada y que se convirtió en un rostro simbólico del movimiento Mujer, Vida, Libertad, ed.), Toomaj Salehi y Arsham Rezaei no salen de prisión mañana a las siete y la noticia de su liberación no se publicará en el sitio de noticias del poder judicial, terminaré con mi vida en protesta contra la dictadura de Jamenei y sus asociados”, escribió en una nueva publicación el miércoles: “Son las 7 de la tarde, Hafez. Puente”. Y el último mensaje: “Nadie debería ser encarcelado por expresar sus opiniones. La protesta es el derecho de todo ciudadano iraní. Mi vida terminará después de este tweet. No olvidemos que morimos por la vida, no por la muerte. Espero que algún día los iraníes despierten y derroten la esclavitud”.
Dos vídeos compartidos en las redes sociales muestran el cuerpo de un hombre tendido en el suelo bajo el puente de Hafez, mientras dos personas intentan resucitarlo, en vano. La muerte de Sanjari fue confirmada por un familiar en Radio Farda. El activista nació en Teherán y era uno de esos niños para quienes la libertad no se puede negociar: se unió inmediatamente a los movimientos estudiantiles, fue arrestado varias veces y finalmente decidió tomarse un descanso, lejos de Irán, en Noruega y luego en Estados Unidos. En Washington había trabajado durante un tiempo con el canal de oposición financiado por Estados Unidos, Voice of America, pero regresó a Teherán en 2015 para estar con su anciana madre. Arrestado, otra vez. Tres años tras las rejas y luego liberados, la historia de muchos activistas iraníes.
Sobre esa experiencia habló en una entrevista con Radio Farda, revelando que lo habían internado a la fuerza en un hospital psiquiátrico donde había sido sometido “nueve veces a tratamientos forzados con descargas eléctricas e inyecciones de sustancias” cuya naturaleza desconocía. En otras ocasiones había hablado de la práctica de encerrar a los presos políticos en hospitales psiquiátricos, denunciando el oscuro destino que habían corrido otros presos. La noticia de su suicidio sacudió al mundo del activismo iraní, de quienes coincidían con sus posiciones y también de quienes discutían y discutían con Sanjari porque sostenía posiciones más reformistas, como el periodista Hossein Yazdi, que también fue encarcelado varias veces: “Me siento asfixiada, no pensé que lo harías, pero desearía que me llevaras contigo. Ojalá no hubiéramos discutido”, escribió en X.