RETRATO – Dotado de una flexibilidad inalterable, el actor supo aprender japonés siguiendo el método de improvisación de Guillaume Senez para interpretar a un padre “en un cable” que debe mantener un perfil bajo ante las autoridades locales.
Este artículo proviene de la Revista Figaro.
«El hombre desciende del mono, Tomasi es hombre, Tomasi no desciende del aro de baloncesto. » Si esta réplica de Peligro joven de Klapisch quedó grabada en el recuerdo, la agilidad de quien la atendía marcó con un hierro candente el estilo Duris. Fue hace treinta años, pero a sus 50 años, el actor no ha perdido nada de su flexibilidad.
Cuando llega con paso decidido a su cuartel general de la rue de Charonne, con su mono de trabajo ultramoderno, su cabello canoso pero aún desordenado y sus ojos brillantes, muestra la misma facilidad con la que encarnó a un estudiante Erasmus, un gadjo, un Arnacœur, un concertista de piano, Molière, Lupin, Eiffel o Aramis. Porque Romain Duris es un actor físico que avanza en la vida y en su carrera con la maestría de un acróbata de altos vuelos.
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