En el Reino Unido, una investigación –rebautizada ya como “Expedientes del Ducado”– acusa a Carlos III y al príncipe Guillermo de enriquecerse a costa de los servicios públicos, a través de sus ducados de Lancaster y Cornualles.
La sonrisa de la Princesa de Gales, al regresar al balcón de Whithall para el Domingo del Recuerdo de este 10 de noviembre, no nos hizo olvidar del todo las revelaciones publicadas en la prensa unos días antes. Durante casi seis meses, tres medios de comunicación –el “Sunday Times”, el “Daily Mirror” y el programa de investigación “Dispatches” de Channel 4- llevaron a cabo una investigación conjunta para intentar desentrañar el misterio de la opaca fortuna de los miembros de la realeza. familia. Y más particularmente la del rey y su heredero.
Un sistema fiscal llevado al exceso
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En el centro de este escándalo estatal se encuentran los ducados de Lancaster y Cornualles. El primero pertenece a Carlos III, el segundo a Guillermo. Ambos se rigen por una antigua ley feudal, nunca reformada durante 800 años. El monarca y su hijo son propietarios del terreno más pequeño y, por tanto, reciben numerosas rentas. Edificios, casas, aparcamientos… Nada sorprendente hasta el momento.
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La investigación pone de relieve sobre todo un sistema fiscal excesivo, en el caso de los barcos de carga, que deben pagar una pequeña tasa cada vez que cruzan un río. Dos ejemplos, entre otros: los ayuntamientos del ducado de Lancaster deben pagar al rey por el derecho a cavar tumbas en los cementerios. El ejército debe pagarle un alquiler a William para poder entrenar en tierra del Ducado de Cornualles.
¿Estafa de servicios públicos?
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Aquí es donde radica el problema. La familia real está acusada de enriquecerse a expensas de los servicios públicos, en particular del Servicio Nacional de Salud (NHS). Sin embargo, el sistema de salud pública del Reino Unido se encuentra actualmente en crisis, después de haber estado descuidado durante años. Es considerado el primer problema del país por el 41% de la población, por delante de la economía, la inmigración y la vivienda, según una encuesta de Ipsos publicada a mediados de junio con motivo de las elecciones. Sin embargo, los “Duchy Files” revelan que el NHS paga un alquiler de casi 1 millón de euros al rey cada año. ¡Escándalo!
Lo mismo ocurre con varias asociaciones patrocinadas por miembros activos de los Windsor que donan parte de lo que recaudan a los dos ducados en concepto de alquiler.
Una fortuna opaca
Tanto más intolerable cuanto que ni Carlos ni Guillermo pagan impuestos sobre los beneficios de sus “empresas”. Pero recordemos que desde 1993, el monarca y su familia ya no están exentos de impuestos sobre su patrimonio personal.
Desde 1760 y el reinado de Jorge III, la mayoría de los territorios del reino han quedado bajo el control del “Crown Estate”. Los ingresos anuales de esta entidad se devuelven al 15% a los Windsor en forma de “anualidad real”. Esto ascenderá a 132 millones de libras el próximo año.
Pero, ¿por qué los ducados de Lancaster y Cornualles no cayeron en el “Crown Estate”? Porque en el siglo XVIII, en la época de esta pequeña revolución, no aportaban absolutamente nada. Mientras que hoy están valoradas en unos 1.800 millones de libras (2.160 millones de euros) y han obtenido unos beneficios de unos 50 millones de libras en 2023.
Si se exige a Buckingham que publique sus gastos e ingresos cada año, los fondos privados del monarca quedan a su discreción.
Un escándalo entre otros
Las revelaciones de los “Expedientes Ducados” provocaron evidentemente la indignación de varios dirigentes políticos. Empezando por Graham Smith, líder del grupo antimonárquico “Republic”, que gritó: “Los ducados buscan ganancias siempre que pueden, en detrimento del público”. Los diputados han pedido al Parlamento que estudie la posibilidad de integrar los ducados de Cornualles y Lancaster en el patrimonio de la Corona.
La pregunta vuelve ahora como un viejo estribillo: ¿puede este escándalo sacudir la institución monárquica? Ya el año pasado, The Guardian reveló que el ducado de Lancaster se estaba beneficiando de las propiedades de personas que fallecieron sin testamento o sin familiares cercanos. Aunque el ducado se aseguró de que este dinero se redistribuyera entre las asociaciones, al final se quedó con la mayor parte.
Todas estas prácticas no son desconocidas para los iniciados, pero hoy parecen más que anticuadas. La monarquía –como todas las instituciones– debe aprender a reformarse con el tiempo.