LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – POR QUÉ NO
François Ruffin, que tiene actividades políticas supuestamente relacionadas, se permite sin embargo el lujo de añadir cine, aunque sea político, a su agenda. El ex diputado del LFI por Somme ha firmado cuatro largometrajes documentales desde 2016. Gracias jefe! (2016), el primero de ellos, causó sensación. Ruffin encarna a un Robin Hood que vuela en ayuda de un trabajador despedido por LVMH, en un ambiente que combina novela de espías y comedia popular. El resultado fue un éxito legítimo, 500.000 espectadores y un César al mejor documental.
Sus siguientes películas estarán firmadas conjuntamente con Gilles Perret, saboyano y orgulloso de ello, pero autor de una obra que marca un compromiso simétrico al de este último. ¡Quiero el sol! (2019), viaje en Berlingo tras las huellas de los “chalecos amarillos”, y ¡Levántense, mujeres! (2021), crónica de una investigación parlamentaria, realizada conjuntamente con el diputado macronista Bruno Bonnell, sobre las profesiones vinculadas, a pesar de su interés, marcan una clara caída de asistencia.
Cultura de choque
Fue porque carecían, sin duda, de esta dimensión nítida y semificticia de la lucha contra un “supervillano”que el simbólico mano a mano con Bernard Arnault, la primera fortuna francesa, confirió a Gracias jefe! Aquí se renueva, en una escala diferente, con Sarah Saldmann, una abogada y columnista audiovisual de 33 años, que no tiene ni la escala capital ni el poder en la sombra del Sr. Arnault, pero que fue creada en los platós por los más conservadores de en el panorama audiovisual una Cruella preppy, personaje de la lucha de clases. Mostrando altamente la arrogancia de su condición, el desprecio por los débiles, la cultura del choque.
Después de conocerla en el estudio “Grandes Gueules”, de RMC, François Ruffin, que tampoco desdeña el arte de la provocación ni el de la retórica, se ofreció a rodar una película con ella. Como se abre en el prólogo, mientras almuerza con la abogada en la Plaza Athénée, se trata de desafiarla a vivir veinticuatro horas la vida de los asalariados mínimos de los que ella se burla durante mucho tiempo. Contra toda expectativa, el interesado acepta.
Admitamos, desde el anuncio de este programa y aunque conscientes de la ironía del mismo, la duda que suscita el proyecto, que se diría tomado prestado de un reality show de televisión. ¿Qué podemos esperar de semejante desafío, que no es una concesión a la espectacular distorsión de la realidad? ¿Despertar pasiones con una esperada pelea a puñetazos? ¿Demostrar que Sarah Saldmann tiene un corazón como todos los demás? ¿Le divierte el hecho de que pueda limpiar la taza del inodoro? ¿Excluirla de la película cuando no cumple?
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