Numerosos estudios ya han señalado los efectos nocivos del cambio de hora estacional. En cualquier caso para la transición al horario de verano: aumento de accidentes de tráfico, infartos de miocardio, etc.
Esta diferencia horaria, incluso mínima, altera nuestro ritmo biológico e impacta nuestra salud.
Sin embargo, el cambio al horario de invierno parece tolerarse mejor. A primera vista, de hecho, sólo presenta ventajas, aunque sólo sea en la hora de sueño ganada.
Entonces, para algunos, el cambio de hora puede tener un efecto positivo a corto plazo en el estado de ánimo y los niveles de energía.
Pero ¿qué pasa a largo plazo?
De hecho, con el horario de invierno, el problema no es la diferencia horaria como tal sino lo que implica; en particular la llegada temprana de la noche (asociada a la bajada de temperatura) que impacta considerablemente en nuestra energía… y en nuestra moral.
De hecho, a partir del 27 de octubre oscurecerá una hora antes. Y como los días son más cortos, estamos expuestos a menos luz natural.
Sin embargo, el sol estimula la serotonina, un neurotransmisor crucial en la regulación del estado de ánimo. Los rayos que recibe la retina se transmiten a la epífisis, glándula que secreta melatonina, la hormona del sueño. Por lo tanto, una menor cantidad de luz provoca trastornos del sueño y del estado de ánimo. En definitiva, cansancio e irritabilidad.
Entonces puede establecerse un círculo vicioso, ya que esta situación se ve alimentada por nuestro estilo de vida invernal. Tendemos a salir menos, ver menos gente y esforzarnos menos físicamente.
Lo que mantiene la penumbra. Lo que puede provocar otro efecto colateral: el riesgo de depresión estacional, una forma de infelicidad ligada a los cambios estacionales.
Para mantener el ánimo en alto, aprovecha hasta el más mínimo rayo de sol. Una caminata corta, un paseo en bicicleta o correr te harán mucho bien y te ayudarán a mantener el ánimo en alto.
Fuente: Salud Pública Francia
