En su mochila, su ropa, su colgante, sus anillos… incluso los tatuajes en sus dos brazos: casi todo en Emily MacKinnon está vinculado a Notre-Dame de París. Esta canadiense, encontrada por casualidad por la AFP frente a la catedral, habla sin rodeos de su amor devorador por el edificio parisino.
“Creo que soy la mayor fan” de Notre Dame, estima la joven de 29 años, que se confiesa fácilmente “fanática, obsesionada, conocedora, apasionada” por el tema.
De una gran maleta violeta, Emily saca una docena de camisetas con la imagen de la catedral, el musical o los dibujos animados de Walt Disney. Pero también varias revistas y folletos recogidos en las últimas semanas, desde que se mudó a la capital francesa.
Piosamente conservados en bolsas de plástico, guarda restos de piedra y madera utilizados en la reconstrucción de la catedral, cuya resurrección Francia celebrará con pompa este fin de semana, cinco años después de su incendio en abril de 2019.
Una ceremonia que podrá ver desde el hotel Esmeralda -un guiño a un personaje de la novela Notre-Dame de París, de Victor Hugo-, un establecimiento al que está acostumbrada y donde tiene reservada una habitación frente al monumento.
“Aún no he conocido a nadie que esté tan loco o tan intenso como yo” en este tema, sigue diciendo. Prueba de ello es el apartamento que aún conserva en Canadá, donde, según ella, se exponen “más de mil objetos”.
Y Emily MacKinnon muestra fotos y vídeos de los lugares en su computadora, incluido un rincón gótico, decorado con un banco de iglesia. Paredes cubiertas de carteles de Notre-Dame. De una biblioteca repleta de DVD y decenas de ediciones de la obra homónima de Víctor Hugo, algunas de las cuales están en alemán, idioma que ella no habla.
En su salón, “encima de la entrada a la cocina”, se encuentran tres gárgolas de piedra traídas de Francia, explica.
– “Garou arruinó mi vida” –
“Garou arruinó mi vida. Su interpretación de Quasimodo fue el comienzo de mi descenso hacia mi loca obsesión por todo lo relacionado con Notre Dame”, sonríe Emily MacKinnon.
Si el timbre ronco de la cantante quebequense conquistó muchos corazones por su interpretación de “Belle”, himno del musical “Notre-Dame de Paris” estrenado a finales de los años 1990, pocos fans llegaron tan lejos como ella.
“Como soy como soy y no tengo capacidad física para que me guste nada casualmente, como una persona normal, comencé a investigar todo sobre el tema”, explica la joven, diplomada en turismo y comunicación.
Y recordar cómo, desde los 12 años, se sumergió en lo que concierne a la catedral, su historia, la novela de Hugo… Pero también las treinta comedias musicales a las que asistió en varios países.
“Casi todas las decisiones que he tomado en mi vida están ligadas a Notre-Dame”, afirma sin rodeos el canadiense.
Una pasión cara que le hizo gastar decenas de miles de euros, estima. Contando sus siete viajes a París, el último de ellos, a mediados de septiembre, que espera que sea permanente.
Porque Emily MacKinnon, que dice que dejó su trabajo llorando en Canadá mientras Notre Dame ardía, quiere convertirse en guía del monumento. Un guía que contaría con “emoción y pasión” las historias detrás de Notre-Dame, pero también su reconstrucción, después de haber asistido a “cuarenta conferencias” sobre este tema.
Ahora con un permiso de trabajo de un año en Francia, el nombre de su empresa es obvio: “Quasimodo y sus visitas a la catedral”. Espera iniciar su negocio en unas semanas.
“Podré decir que he triunfado en mi vida y morir feliz si logro tres cosas: mudarme a París, compartir mi pasión por Notre-Dame y vivir en un apartamento con vistas a Notre-Dame”, afirmó. liza.
¿Y el amor, del que la capital francesa es sinónimo en todo esto? Mala pregunta de la AFP. “Incluso si me casara o tuviera novio, él debería entender que Quasimodo siempre será el primero”, dice Emily, canadiense en París, entre risas.