Sean Penn y Dakota Johnson charlan durante 99 minutos en Papá…y es menos plano de lo que cabría esperar.
Ella (Dakota Johnson) toma un taxi al llegar al aeropuerto de Nueva York. Él (Sean Penn) es el conductor. Habla un lenguaje un poco obsoleto, que delata su época y su generación, también sus prejuicios. Parece distante en otros lugares. Hasta que el conductor inició una conversación.
Ella responde a sus preguntas mientras reacciona a los mensajes de texto bastante crudos de su amante. La conversación rápidamente toma un giro más personal y sus interacciones se colocan instantáneamente bajo el prisma de las relaciones tradicionales entre mujeres y hombres. La diferencia generacional no tarda en hacerse sentir, al igual que sus experiencias, sus miedos, sus prejuicios.
Le explica cómo trabajan los hombres – “el que muere con más juguetes gana” – y las mujeres – “una mujer quiere sentirse sexy y deseada” –, analiza su relación con su amante, le da “pistas”. Ella describe su trabajo como analista de TI, el mundo visto a través del prisma de los “0” y “1” del lenguaje informático.
A priori, las dos visiones de la vida son diametralmente opuestas, incluso irreconciliables. Al estar filmado el viaje en tiempo real (los dos actores estaban en el estudio, la postproducción se encargaba de añadir las imágenes dando la ilusión de movimiento a través de la Gran Manzana), el espectador sigue la evolución de la conversación, esta intimidad espontánea que surge entre dos desconocidos cuyos caminos nunca más se volverán a cruzar y que genera confidencias insólitas.
Nos quedamos atrapados en este juego de honestidad total, mientras nos preguntamos hasta dónde llegará, sobre todo porque los actores logran convencernos e incluirnos en esta improbable puerta cerrada. ¿Estamos decepcionados? Sí y no… Sí, porque nos hubiera gustado más, no porque ese “más” esperado al final hubiera sido demasiado.
Calificación: 3,5 sobre 5
Papá Se proyecta en cines de toda la provincia a partir del 28 de junio.
