“Mi primer rodaje en Francia, a pesar de mayo de 1968 y de que todo sucedía en París, recuerdo buenos modales, una ligereza”

“Mi primer rodaje en Francia, a pesar de mayo de 1968 y de que todo sucedía en París, recuerdo buenos modales, una ligereza”
“Mi primer rodaje en Francia, a pesar de mayo de 1968 y de que todo sucedía en París, recuerdo buenos modales, una ligereza”
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El día después de la representación de una obra de Cassavetes y en vísperas del rodaje de una película, la actriz nos cuenta la génesis de su libro: una vida a través del prisma de la realización profesional.

Está rodeado de las obras que suele leer (Robert Walser, Pablo Neruda, Friedrich Hölderlin, Charlotte Delbo…), que Marthe Keller aceptó discutir. Escenas de mi vida. En este viaje autobiográfico, la mujer que fue pareja de Al Pacino y Dustin Hoffman cuenta sus experiencias en la danza, el teatro, el cine, la ópera: todo lo que la convirtió en una artista múltiple.

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Señora Fígaro . – ¿Por qué esta autobiografía?
Marta Keller. – Para mis nietas, que querían leer mis recuerdos, y también porque quería decirles a las generaciones más jóvenes que a veces hay que aguantar para llegar allí. Y Élisabeth Samama (agente editorial, nota del editor) fue muy convincente! Pero no es cuestión de insistir en mi vida privada. El libro se llama Escenas de mi vida, y no Mi vida, y si Philippe de Broca y Al Pacino están presentes es sólo desde un punto de vista profesional. Hablo de ello como hablo de Dustin Hoffman, de quien me hice amigo.

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¿Prefieres la sombra a la luz?
Soy alguien que no ves, que no sale, y si he ganado dinero con mi trabajo es para poder decir “¡no!” » a cosas que no quiero hacer y permanecer libre. Me encanta trabajar y trabajo sin parar, eso es todo lo que necesito. Mi objetivo es poder seguir cogiendo el metro con total tranquilidad… Acepté escribir este libro, pero ahora me da un poco de vergüenza: no me gustan los viajes narcisistas, ni mi vida misma. Me interesa, simplemente porque lo sé, mientras que lo que me gusta es aprender de otros cosas que no sé.

¿Cuáles fueron tus experiencias más memorables?
Suelen estar vinculados a primeras veces. El diablo por la cola, de Philippe de Broca, supuso, por ejemplo, un auténtico shock cultural. Fue mi primer rodaje en Francia y, a pesar de mayo de 1968 y de que todo sucedía en París, recuerdo unos buenos modales, una ligereza… Descubrí que se podía divertir y al mismo tiempo trabajar en serio. Para hombre maratón (1976), lo mismo: no hablaba inglés más de lo que hablaba francés en el momento de diablo por la cola, fue mi primera película americana y me fascinó esa otra manera de hacer las cosas. Fue muy deportivo, rodamos dieciséis horas al día, comprobamos y comprobamos meticulosamente hasta el más mínimo detalle. Finalmente, casandra, de Michael Jarrell, en el Théâtre du Châtelet (1994), fue un desafío porque era una utopía, estaba solo en el escenario con el texto de Christa Wolf y una música difícil. Había trabajado con los de Stravinsky o Honegger, pero allí no había melodía, no tenía puntos de referencia, se apelaba mucho más al intelecto que a lo emocional, mientras mi zona de confort son las lágrimas o las sonrisas. Pero finalmente llegamos allí. Ganar esta apuesta conmigo mismo fue una de las experiencias que me hizo querer seguir, y sigo.

Escenas de mi vida, de Marthe Keller, Éditions Les Presses de la Cité, 232 p., 22 €.

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