Ciertos lugares han marcado nuestras vidas, los eslóganes han perdurado en los productos que servían. Un libro firmado por su mejor conocedor recuerda los ricos tiempos de la publicidad…
¿Qué tienen en común La vaca que ríe y Michel Platini? Vanessa Paradis y Marlène Jobert; Claude Berri y JeanMarie Poiré; Carlos y Nana Mouskouri; ¿Michel Blanc y Alain Delon? Fueron grandes estrellas de la publicidad desde finales del siglo XX hasta principios de los años 2000. Por ejemplo, al director de “Jean de Florette” le debemos el anuncio de Pliz en el que Marie-Pierre Casey se lanza de cabeza a encerar una mesa de madera. el de “Papá Noel es basura”, un anuncio de Synthol con su cómplice Josiane Balasko.
El resto después de este anuncio.
Thierry Ardisson, ayudado por Anne Saint Dreux, su coautora, analiza estos pequeños cortometrajes, espejos ligeramente distorsionantes de una época, de los productos y marcas que celebran. Descubrimos también su formidable eficacia, siempre que se respete la gramática escrita durante algunas décadas por Marcel Bleustein-Blanchet, Jean-Marie Dru, Jacques Séguéla o Maurice Lévy.
Entonces la creación no se vio obstaculizada por el miedo a los “malos rumores”
Un eslogan, una pizca de humor, una música pegadiza, un gimmick, una estrella o una mascota, un poco de sex-appeal son los ingredientes necesarios para que estos productos de consumo cotidiano perduren a través de los años… Algunos se han convertido en ovnis inmortales entre notas y palabras. pasar de generación en generación.
Al abandonar la literatura y el cine, y antes de llegar a las costas de la ficción producida por las plataformas, los creativos se quedaron unos años en agencias de publicidad enclavadas en Neuilly o en el oeste de París. Su imaginación no se vio obstaculizada por el miedo a desagradar, el miedo a los “malos rumores”, los riesgos de un juicio de alto perfil o los dictados de las minorías. En resumen, hubo efectivamente una “edad de oro de la publicidad”, durante la cual la creatividad estuvo en el poder. El propio Ardisson participó. Fundador de la agencia Business, llevó en particular a la pila bautismal los lemas “Lapeyre, no son dos” o “Tengo ocho segundos para decirte que la barra Ovomaltine es dinámica”. »
La publicidad no es un arte, pero este libro profusamente ilustrado demuestra que de vez en cuando puede atraer a los artistas. Dalí, Guitry, Depardon, Goude y Vasarely no sólo se arriesgaron para pagar sus impuestos, sino también para demostrar que de una suma de limitaciones pueden surgir formas nuevas, originales y gratificantes tanto para los creadores como para los consumidores. “La edad de oro de la publicidad” descubre una Atlántida que aún no ha revelado todas sus riquezas.