Florence Seyvos relata a Santiago el Magnífico

Florence Seyvos relata a Santiago el Magnífico
Florence Seyvos relata a Santiago el Magnífico
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Desaparecerá y luego reaparecerá, como un mago, pero cada vez con más problemas. Jacques no es un macho depredador, es otra cosa, aunque les diga a sus nueras, Irène y Anna, una vez de vuelta en Le Havre: “Qué bueno veros de nuevo, corderitos”. No es un lobo en un redil, es una especie de león sin melena, un rey desnudo. No tiene amigos, pero sí un descubierto fenomenal en el banco e innumerables pares de zapatos en el sótano, uno para cada ocasión.

el pavo esta triste

Una de las escenas memorables tiene lugar en la Nochebuena de los años 80. El pavo está triste. Pronto no habrá más dinero para pagar la calefacción. Pero Jacques, por capricho, compra muebles dignos de un palacio y los hace entregarse inmediatamente: mesa semanal, sillón, rincones, escritorio Luis XVI, sillas, lámparas, joie-du-jour… uno se pregunta cómo podría caber todo en la tienda del anticuario. furgoneta. Finalmente llega la pieza central, un piano intimidante. Luego parte hacia Abiyán, seguro de conseguir magníficos contratos para alquilar sus máquinas de construcción, sus excavadoras. Es a él a quien derriba, con garbo y un extraño rigor (puede que sea fantasioso, no soporta la aproximación, ya sea en la vestimenta o en el lenguaje).

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Mitómano vertiginoso

Notado hace 30 años. Apariciones (Premio Goncourt a la primera novela), Florence Seyvos es también guionista de cine. Ella se inspira en su propia infancia en esta historia. También vivió en Le Havre y Costa de Marfil. Un bonito título fitzgeraldiano anuncia la fascinación que despertará su antihéroe, al que consigue hacer inolvidable, insoportable y entrañable, hasta el vértigo: “La vida con él era tan difícil como la ascensión a una alta montaña. Era él quien inventaba a cada hora el paisaje, las murallas, los abismos, los miradores asombrosos. Nuestra madre se adaptó a ello, nosotros también. Sin embargo, algo en él nos conmovió, más allá del amor que nos tenía. Quizás fue precisamente su locura”.

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Narrativo. Florence Seyvos, “Un magnífico perdedor”, L’Olivier, 142 p.

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