Festival de Jazz | Un OVNI llamado André 3000

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El rapero sorprende, para bien o para mal, con su espectáculo de flauta new age en la sala Wilfrid-Pelletier.


Publicado ayer a las 23:44.



Seamos honestos, no nos impresionó mucho Nuevo sol azul, su álbum de flauta new age lanzado el año pasado. Si el enfoque fue loable, no podemos decir que el resultado fuera muy convincente, por decirlo cortésmente.

Basta decir que no teníamos muchas expectativas con respecto a la versión espectáculo de este disco introspectivo, ofrecido el domingo por la noche en la sala Wilfrid-Pelletier por el rapero André 3000. Lo único seguro es que el Festival de Jazz corrió un gran riesgo al programarlo. en “horario de máxima audiencia” y, además, en una sala grande.

(Re)lea nuestro artículo “Festival de Jazz: la nueva vida de la flauta”

¿Nos sorprendió? Difícil de decir. El espectáculo de André 3000 es un OVNI musical que no sabemos muy bien cómo evaluar.

Vestido con su eterno mono de rayas, gorro y originales gafas de diseño, el ex miembro del popular grupo Outkast subió al escenario con sus flautas de bambú y cuatro músicos, entre ellos el percusionista y productor Carlos Nino, que jugó un papel importante en la nueva dirección musical de Andrés 3000.

Desde los primeros compases entendimos que el concierto sería menos suave que el álbum. Más ruido que new age, el grupo se embarcó en una improvisación con toques de free jazz y psicodélicos que Pink Floyd en Pompeya no habría negado. A continuación, el flautista se presentó, cuidando de agradecer al público su enérgico aporte, fundamental en esta experiencia colectiva.

Demos crédito a André 3000 y su grupo por saber crear atmósferas. Durante gran parte del espectáculo uno habría pensado estar en lo más profundo de una selva ecuatoriana, impresión reforzada por los sonidos de los pájaros y los instrumentos de viento de André, flautas de diversas culturas provenientes de arbusto o época precolombina.

La atmósfera, a veces contemplativa, a veces más caótica, se vio reforzada por un efecto de iluminación activa, con rayos violetas, luces azuladas y ocasionales destellos estroboscópicos, que nos proyectaban a veces al pie de un volcán, a veces en un salón de masajes.

Musicalmente, fue un poco menos concluyente. André 3000 ciertamente tiene el coraje de desviarse del camino trillado y no podemos más que aplaudir su audacia, que inspira respeto, si no admiración. Pero el ex rapero no es ni Yusef Lateef, ni Max Cilla, ni Hariprasad Chaurasia y no estamos nada seguros de que su talento como flautista esté a la altura de sus aspiraciones artísticas.

Dicho de otra manera, tenemos la impresión de que nuestro hombre se pierde a veces y que sus exploraciones musicales no conducen a gran cosa. A pesar de las percusiones exóticas, las capas del teclado, el barniz espiritual, todavía falta algo, llamémoslo una forma de trascendencia.

Al parecer, no somos los únicos que nos hemos quedado perplejos ante estas exploraciones absolutamente no comerciales. Delante de nosotros, algunas decenas de personas abandonaron la sala sucesivamente durante el concierto, posiblemente desconcertadas, si no decepcionadas.

El resto del público, en cambio, parece haber apreciado perfectamente este espectáculo relativamente breve –y sin bis– que acabó con un potente magma sonoro, similar al que abrió la velada. André 3000 también hizo reír al público, hablando en un lenguaje místico que al final no era más que un galimatías.

En definitiva, lo mejor y lo peor. Pero sobre todo, una propuesta sorprendente, que hará las delicias de los más pequeños. A pesar de sus defectos y de su relativo interés, el proyecto de flauta de André 3000 sigue siendo un buen ejemplo de riesgo artístico y una fuente potencial de inspiración para otros raperos envejecidos que buscan una salida para renovarse.

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