“Aesthetica”, de Allie Rowbottom, traducida del inglés (Estados Unidos) por Théophile Sersiron, Fayard, 316 p., 23 €, digital 16 €.
Desde el desembarco de los Padres Peregrinos, con la Biblia y el equipaje en 1620, América ha conocido varias fronteras que ha tenido que hacer retroceder cada vez. El primero, el del espacio terrestre, se logró gracias al ardor pionero y a la apisonadora colonial y militar-industrial. El segundo, el espacio celeste, sigue siéndolo, transformando las nubes en un cosmódromo, un vertedero de residuos y, pronto, un lugar turístico. Pareciera que una tercera frontera responde al anhelo yanqui, un eterno desafío para medirse: el cuerpo.
Mimado, adorado, remodelado, exhibido, ¿es el cuerpo humano una frontera o un muro definitivo? Esta es la pregunta que se plantea, con estéticasu primera novela, de la escritora y académica de Los Ángeles Allie Rowbottom. estética confía, incluso arroja a pasto, al lector la formidable figura de Anna, 19 años, una Instagrammer fanática que decide lanzar el objetivo sexy de su cuerpo a la batalla de la imagen, al ring de las apariencias, con grandes ráfagas de posts, evaluándose cada segundo gracias al barómetro permanente de la mirada de sus seguidores: “Sólo importaba mi trasero”. El exterior y nada más. » Una epopeya anatómica y una carrera por la visibilidad que responde también al deseo de vengar a su madre, abandonada cuando tenía 3 años y sobreviviendo a duras penas con trabajos mediocres: “Quería tomar el control de mi historia (…)gana mi dinero, presenta mi cuerpo. »
Aprovechando las más mínimas curvas, sonrisas, poses y posturas, apostándolo todo a la cantidad y la ilusión, Anna acaba cayendo en la red de Jake Alton, “Vampiro Crepuscular con piel eternamente radiante”cuyo abrazo cariñoso y tutela seductora pronto convierten a Anna, además de un objeto comercial, en un juguete sexual disponible para todas las sesiones de trastienda y orgías pagadas: “Ofrecido a todos, de una manera muy linda” (Apollinario). Perfeccionando las espectaculares capacidades de su chica, rellena de psicofármacos, mediante operaciones labiales y mamarias, la desgasta y la agota hasta la locura. Al salir de esta carrera hacia el abismo, convertida, a sus 31 años, en una manifestante desencantada de los productos de belleza, Anna se arriesga a intentar “Estética”, una operación de alto riesgo, realizada por el buen doctor Perrault, digno descendiente de Frankenstein. Una intervención destinada a borrar toda cirugía estética previa.
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