Cuando los ballets revelan la noticia

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Cuando los ballets revelan la noticia

Dos coreografías de ballet, bailadas recientemente en Lausana y Ginebra, sacan a la luz la ceguera del pasado y su situación actual.

Christophe Farquet – Historiador

Publicado hoy a las 6:39 am.

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“Rhapsody in blue” de Giorgio Madia, presentada en Lausana por el Ballet Béjart, presenta, con una fantasía llena de brío, un movimiento conjunto con música de Gershwin compuesto hace cien años, en 1924. No todo es fluidez en este escenario. de pinturas chispeantes. En escena, las variaciones destacan sucintamente para disolverse en el gesto colectivo: vestidos de azul zafiro, los bailarines forman una masa unida y líquida, jugando con sus cuerpos libres. Luego, el entusiasmo, resaltado en la partitura, fluye directamente hacia los espectadores. El clímax se alcanza literalmente cuando, al final del ballet, una ola humana eleva a uno de los protagonistas hasta la cima, con una lámpara en la mano orientada hacia el público.

Una celebración del ballet, una danza de la danza: ¿es esto todo el esfuerzo por superar al coreógrafo invitado, un ex miembro de la compañía? Puesto en contexto, ¿la obra no dice algo más? Programado durante la velada entre un “Hamlet” sanguinario y un “Bolero” heroico, este breve entretenimiento sólo puede provocar preguntas más profundas y pesadas, precisamente por su vivaz frescura. ¿Está permitido, en la situación actual, en 2024, bailar así? Ésta parece ser la pregunta del coreógrafo, que en última instancia proyecta en su público el deslumbramiento ciego de los locos años veinte, de los cuales la música de Gershwin sigue siendo un testimonio ilustre.

Este ballet entra así en diálogo con “Strong” de Sharon Eyal, bailado al mismo tiempo por la compañía del Grand Théâtre de Genève. A primera vista, el contraste es sorprendente. En la oscuridad, al ritmo de la música electrónica, un grupo de bailarines realiza mecánicamente una serie de pasos entrecortados. Cada gesto destila asesinato en esta atmósfera árida y dura, perseguida por figuras patéticas que muestran grotescamente sus músculos. Así pues, sólo mediante el uso de un vigor aún más extremo, rayano en la desarticulación, un individuo logra excepcionalmente salir de este colectivo fanáticamente deshumanizado, unido quizás por alguna creencia absurda.

Herida abierta

Evidentemente, el coreógrafo israelí, que inicialmente representó este ballet en Berlín, no podía dejar de querer cuestionar un movimiento totalitario, del que el grupo de bailarines son tanto verdugos como víctimas. Ballet sobre la historia, sin duda, pero también una danza de la existencia, como el signo de una herida abierta por lo no dicho; termina en extinción, que es muerte o cicatrización.

Mientras “Rhapsody in Blue” cuestiona maliciosamente la persistente ceguera de una ilusión, “Strong” señala brutalmente la amenaza actual de la ceguera colectiva. Si el primero utiliza un mecanismo de amplificación, mientras que el segundo denuncia, estas obras emplean en última instancia un proceso de revelación que se basa, para ambos, en la fuerza catártica del arte.

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