“Grand Tour”, el milhojas de imágenes y sensaciones de Miguel Gomes

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Molly (Crista Alfaiate) en “Grand Tour”, de Miguel Gomes. GOMA LACA

LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – NO DEBE PERDERSE

1918. Edward Abbott, un joven funcionario británico destinado en Rangún, se entera de que Molly, con quien está comprometido desde hace ocho años, planea unirse a él. Decide partir, iniciando un viaje que lo llevará desde Birmania a China, pasando por Filipinas, Japón y Vietnam. La joven, negándose a creer que se haya escapado para escapar del matrimonio, sale a buscarlo, siguiendo minuciosamente sus huellas en los lugares por donde ha pasado. Cada viaje está salpicado, para los dos occidentales, de encuentros imprevistos, el de un grosero multimillonario estadounidense que de repente se enamora de Molly, el de un viejo cónsul adicto al opio o un sacerdote católico que ha perdido su fe, por ejemplo.

El guión, aunque en los créditos no figura el escritor británico, es la adaptación de un brevísimo cuento de Somerset Maugham (1874-1965), uno de esos relatos teñidos de melancólica ironía sobre un trasfondo de colonialismo consciente de su vanidad y su finitud. Si en todo caso tuviéramos que contar “de qué va la nueva película de Miguel Gomes” –el regreso al cine tras el shock que supuso, en 2015, su trilogía Las mil y una noches Entonces Diario de Tuoafilmada durante el confinamiento, en 2020: tal vez así sea posible hacerlo. Sin poder explorar una experiencia formal y sensible que no tiene equivalente real en el cine actual.

Rompecabezas conceptuales

Originalmente se trataba de imágenes documentales tomadas por Gomes y su equipo durante un viaje al sudeste asiático, tomas sin un escenario preconcebido y rodajes interrumpidos por la pandemia de Covid-19. A su llegada, la redistribución discursiva del material se pone al servicio de una narración original. A menos que sea lo contrario, es decir la recomposición de una trama romántica adaptándose a imágenes preexistentes. Gran Tourque ganó el premio a la mejor dirección en el Festival de Cannes, es una historia tragicómica, picaresca y épica, a la vez que una mezcla de sensaciones, un viaje geográfico y mental, un rompecabezas conceptual. A mitad de camino, la historia nos hace retroceder cambiando de personaje principal, pasando del hombre que huye a la joven obstinada, de la huida a la búsqueda, del presente al pasado.

Al alternar el blanco, el color y las secuencias de estudio, en las que los actores evolucionan en el corazón de un espacio deliberadamente artificial, y las filmadas hoy en los mismos lugares por los que supuestamente se cruzaron los protagonistas, el cineasta juega con una visión deliberadamente confusa. objeto fílmico. Los viajes de Edward Abbott y Molly están narrados por varias voces en off, cada una con su propia musicalidad, en el idioma del país atravesado. El espectador se ve así convocado a dar un paseo en la pequeña noria (hay una, particularmente artesanal, accionada a mano, filmada metafóricamente desde los primeros minutos) de los sentimientos irreconciliables de los personajes, la negación de la joven y, tal vez , la ansiosa inmadurez de su prometido.

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