Dirigida por los fantásticos Pierre Lottin y Benjamin Lavernhe, “En fanfare”, la nueva comedia de Emmanuel Courcol (tras la ya muy bonita “Un Triomphe”) es una película para sentirse bien que no sacrifica nada a la complejidad de la realidad y aboga por la armonía entre clases sociales. ¿Y si tuviéramos LA comedia popular de éxito de fin de año?
En pleno ensayo, Thibaut Desormeaux (Benjamin Lavernhe), renombrado director de orquesta, se desploma. El diagnóstico es claro: tiene leucemia, necesita un trasplante de médula ósea. Inmediatamente piensa en su hermana pequeña. Pero gracias a la prueba de compatibilidad descubre que fue adoptado y, por si fuera poco, tiene un hermano menor, Jimmy (Pierre Lottin), un empleado del comedor escolar que, en su tiempo libre, toca el trombón en la banda de música de su pueblo en el norte de Francia.
¿Cuántas películas, como En fanfare, se basan en la oposición de opuestos? En Francia, se ha convertido incluso en un cliché de la comedia que pretende ser popular pero que con demasiada frecuencia resulta simplemente demagógica para organizar el encuentro de mundos paralelos y, por tanto, irreconciliables. Pero En fanfare no es una película como las demás: es una película de éxito, de mucho éxito.
Ciertamente, por un lado están la clase social alta, la buena música, la facilidad financiera, la fama y París, y el ambiente modesto, la fanfarria, la humildad, el anonimato y el Norte… Pero Emmanuel Courcol, que ya había desafiado las expectativas y deleitado, con Un triunfo con Kad Merad, evita los clichés que exige esta presentación binaria. Porque se trata del encuentro de dos hermanos que no se conocían y que ya no pueden hacerlo.
Es vital al principio que Thibault acuda a Jimmy pero la primera agradable sorpresa es la ausencia total de suspenso: Jimmy va a ayudar a Thibault no porque sean hermanos (porque va a ser que se conviertan en uno) sino porque puede, punto. Hace una donación y al hacerlo, por citar aquí a Marcel Mauss, abre la posibilidad del ciclo de dar-recibir-devolver que nos permite crear sociedad. Cuando la banda municipal de Jimmy se encuentra sin líder, es natural que Thibault done su batuta.
Pero tampoco se queda ahí En fanfare, que también cuestiona con sencillez pero acierto el determinismo social y el vínculo fraternal, desbaratando de nuevo los prejuicios, ya sean los de los personajes entre ellos, o los nuestros, de los espectadores. En lugar de choques y disonancias supuestamente divertidas, la película, que no olvida que trata de hermanos que tienen el tono perfecto como punto (in)común, prefiere presentar diferentes formas de armonía.
Evocando con la misma seriedad el contexto social en el que se desarrolla como el amor por la música que lo atraviesa, En fanfare finalmente logra la grandeza popular de la comedia social británica, pero a la manera francesa. Mejor que una película para sentirte bien, básicamente, sentirte mejor: después de verla (y escucharla), nos sentimos mejor, nos sentimos juntos.