Lorriçois Gilles y Éric Tricheux son apasionados de la naturaleza y de la fauna que les rodea, que plasman en sus fotografías en el bosque de Orleans.
En los bosques silenciosos del bosque de Orleans, en el momento en que el amanecer comienza a despuntar en la oscuridad, Gilles y Éric Tricheux, de Lorricois, ya están en el lugar, inmóviles, con sus cámaras en mano, listos para capturar la magia salvaje que los rodea. .
“No nos movemos, dejamos que la naturaleza venga hacia nosotros”
Estos dos hermanos, de 56 y 63 años respectivamente, han hecho de la fotografía de naturaleza una auténtica pasión. Desde su infancia, que transcurrió en una granja cerca de Lorris, la naturaleza los ha estado llamando. Y hoy responden a ello con paciencia y pasión.
Fotógrafos autodidactas, Gilles y Éric empezaron con la fotografía cinematográfica hace más de veinte años, antes de pasarse a la fotografía digital hace unos doce años. “Es un cambio real que nos permitió perfeccionar nuestro trabajo, manteniendo al mismo tiempo nuestro amor por las imágenes”, explica Gilles.
En una década, han registrado más de 170 especies de aves en el bosque de Orleans. Entre sus encuentros habituales, también se encuentran zorros, corzos, corzos majestuosos y jabalíes, animales que habitan el bosque de Orleans.
Gilles recuerda con emoción su mejor recuerdo: un encuentro cara a cara con un imponente ciervo, hace tres años, un momento de intensidad inolvidable. Pero para él, un sueño sigue sin cumplirse: “Fotografiar un gran avetoro sería el santo grial. Es un ave zancuda extremadamente rara, una especie muy amenazada, su población ha disminuido casi un 50% en Francia en treinta años. »
Su técnica se basa en una regla de oro: la paciencia. Cada fin de semana, antes del amanecer, los dos hermanos ocupan su lugar en su puesto, esperando, a veces durante horas, a que los animales desfilen delante de ellos. “No nos movemos, dejamos que la naturaleza venga a nosotros”, confiesa Gilles. Este enfoque, que requiere disciplina y respeto por la vida, les permite capturar momentos increíbles.
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En un año, produjeron una media de 500 fotografías de animales y alrededor de 1.000 de aves, siendo cada fotografía fruto de una larga espera y un amor incondicional por la vida salvaje. Para ellos, la fotografía no es sólo un hobby, sino un testimonio de la frágil belleza del bosque de Orleans.
Para estos dos hermanos, no es sólo un patio de recreo, sino un lugar sagrado donde lo invisible se vuelve visible, donde el momento fugaz se transforma en un recuerdo eterno. Y tal vez algún día, el gran avetoro, esta rara ave zancuda que esperan fotografiar, finalmente se cruce en su camino, aportando un tesoro de valor incalculable a su colección de imágenes.