El éxito de un evento debe mucho a sus voluntarios. En la Mesa Gasconh’a (GAT), hay 50, tal vez 60, no saben decirlo. Es un torbellino que desde la inauguración revolotea en el bar, en los pasillos del mercado o en el ayuntamiento donde se prepara la comida del mediodía. Se reúnen con funcionarios electos locales y departamentales y conversan con ellos. La sombra gigante de André Daguin cubre la pared del podio donde, poco después, tendrá lugar la incorporación a la Cofradía del Foie Gras Gascón.
René Daubriac está allí, envuelto en su bufanda. Él es el decano. Pronto se pondrá su biauda (traje tradicional negro) y llevará una boina muy “pounchut” (puntiaguda), con una medalla alrededor del cuello. Sus compañeros harán lo propio para dar la bienvenida a los premiados: el diputado David Taupiac, el presidente del consejo departamental Philippe Dupouy, el presidente de la Asociación Gersoise para la promoción del foie gras y de la avicultura (AGPFGA) Benjamin Constant y dos productores de foie gras, Isabelle Bassetto y Sylvie Lacaze.
En su stand, artesanos y productores compiten amistosamente. Con pasión, revelan sus secretos al visitante. Saben bien que este despliegue de información no necesariamente se traducirá en una venta. Pero están ahí para que la gente conozca, o incluso pruebe, sus productos. Muchos de ellos ya han acudido a ediciones anteriores. La víspera se habían fijado 320 cubiertos: “Éste es el límite que hemos fijado”, precisa el copresidente del GAT, Francis Villemur. “Tuvimos que rechazar muchas solicitudes, pero así es más manejable”. La fiesta del foie gras continuó hasta ayer.