Con “La regla del crimen”, el novelista estadounidense continúa, en la América de los años 70, una trilogía bañada de travesuras, mentiras, atracos, noches de locura y vileza política.
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Comenzó en 2021 con Harlem aleatoriola trilogía de Colson Whitehead continúa sin falta con la regla del crimen. Deja los años sesenta para 1971, todavía en Nueva York, más precisamente en Harlem, en compañía de Ray Carney, un vendedor de muebles con un pasado como valla. Ray decidió pasar página, convertirse en un buen marido, un buen padre y un honesto empresario. Es el rey del cómodo sofá y del sillón de calidad que atrae a los jubilados que lo merecen para el descanso del guerrero. Pero no puede negarle nada a su hija que quiere asistir al concierto de los Jackson Five y le ruega a su padre, quién sabe. “del mundo», para encontrar lugares. Carney se reencontrará con un policía blanco, Munson, un intrigante de primer nivel. Por supuesto, los problemas comienzan de nuevo, el pasado regresa con Pepper, el secuaz del estafador, ya presente en la primera parte de la serie. Travesuras, mentiras, atracos y noches locas, pero también secuestros de estrellas y asuntos políticos, es a través de tres partes incendiarias que el novelista corta su ficción con un bisturí y puñetazos en el estómago.
Espeso sin ser confuso, este regla del crimen acelera como un taxi en la noche de Nueva York. Hay mucho ruido, sirenas de incendio, disparos de ametralladoras y Colson Whitehead se involucra a todos como en el cine con héroes que están lejos de ser extravagantes pero se dejan llevar por unos diálogos realmente rítmicos. Al negarse a olvidar el más mínimo detalle de la época, Colson Whitehead alimenta a su lector hasta el punto de atiborrarlo de descripciones. Olemos los olores de los restaurantes de pescado frito y gulash, los olores a humedad después de una larga partida de póquer, los perfumes de prostitutas y actrices rociadas con falso Chanel número 5. Pero también sabe nutrir todo esto con una política y una implacable socialización. fuerzas como los Panteras Negras, los incendios provocados y la industria de la explotación negra, sin siquiera hacernos dormir. Travieso y culto, desliza el humor, haciendo referencia a Chester Himes, su maestro de la ficción policial. Se lo debe todo a la Série Noire y a la razón que tiene.