“Seis pies en la Tierra”, la novela formativa de un joven a la sombra de los muertos

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Sofiane (Hamza Meziani) y El Haj (Kader Affak) en “Seis pies en la Tierra”, de Karim Bensalah. PRODUCCIÓN DE TACTO / JOUR2FÊTE

LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – DEBE VER

Karim Bensalah, más o menos desconocido, con veinte años de cortometrajes a sus espaldas, estrenó su primer largometraje con tenacidad, una agradable sorpresa. Secuestrando el título de una de las series más famosas de HBO (Seis pies debajo), el director firma una justa y delicada novela formativa donde, como la serie, el negocio de la muerte aprende a vivir mejor.

En el centro de la historia, que se desarrolla en Lyon, el joven Sofiane, hijo de un diplomático argelino al borde de la jubilación, interpreta el papel de un joven que inventa una identidad clandestina, sin religión ni ataduras, enamorado de los placeres. específico de su edad, respondiendo sólo a su deseo. Bien podría ser así. Excepto que Sofiane, a causa de su vida vaga, ha olvidado un poco sus estudios, que sin embargo le dieron derecho a residir en territorio francés.

La película comienza en el momento en que su vida da un vuelco, bajo la influencia de una orden de expulsión que entrará en vigor dentro de un mes. Su padre ya no podía ayudarlo, así que sólo un trabajo y un certificado de trabajo lo salvarían. Aquí lo recomendaron a un primo de su padre, que regenta una funeraria musulmana en Roubaix (norte). Quien, prometiéndole su certificado si demuestra su valía, lo pone inmediatamente en manos de El Haj, un tipo alto, moreno y mudo que se impone, nunca esboza una sonrisa, aterroriza al camarero de la comida rápida halal, considera, básicamente, la vida. desde un ángulo significativamente diferente al de Sofiane. El Haj es la tradición hecha hombre, el ritual del acompañamiento a los muertos, el lavado del cuerpo, la humildad y la dignidad de un ministerio de fines últimos.

Certificado de trabajo

El Haj, en una palabra, es todo lo que Sofiane, en la arrogancia de su juventud dorada, no quiere saber de sí mismo, todo lo que huye, todo lo que, sin confesarlo, le horroriza. Sin embargo, tendrá que pasar por esto, que se comunicará con su tutor, que se someterá a las virtudes de una espiritualidad a la que quería ser ajeno, si quiere algún día tener este maldito certificado de trabajo. Tememos, por un momento, que una lección bastante fácil de rigor moral abrume la historia. No sucederá. Al contrario, la película avanza haciéndose más compleja, en la conquista obstinada de una identidad, que encontrará bajo el sol de Niza (la película ofrece un viaje espiritual y climático) una especie de redención sutil e irónica. Incluso podríamos decir que recorre el camino más difícil de recorrer hoy, en una época asolada por el maniqueísmo: el del compromiso, del sentido del matiz, de la justa medida de las cosas, de la no resignación, por así decirlo, a la ley de los más estúpidos.

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