“Si peu” (Tanto poco), de Marco Lodoli, traducido del italiano por Louise Boudonnat, POL, 144 p., 18 €, digital 13 €.
Al final de su vida, Federico Fellini (1920-1993) adquirió los derechos de gente perezosa (POL, 1992), primera trilogía de novelas del escritor romano Marco Lodoli. La adaptación cinematográfica no había visto la luz, pero Fellini no ocultó su admiración por la escritura inclasificable de Lodoli. Un estilo que es a la vez sintético y melancólico. Fantástico a veces, siempre poético.
Treinta años después, en el POL, que lo sigue desde 1987, el escritor publicó su decimotercera obra, tan pocouna fina y talentosa crónica de vida que se escapa. La novela presenta dos personajes. Primero Matteo, un joven profesor de italiano en un suburbio de Roma. ¡Un chico lleno de encanto, este Matteo, con sus insolentes rizos negros y su energía desordenada! Dotado para la escritura –empezó a publicar, y con éxito–, parece tener un futuro brillante… El otro personaje es una mujer sombría, la conserje de la escuela donde enseña. Es esta persona anónima a la que Lodoli eligió como narrador. Hasta el final del libro, no sabemos su verdadero nombre. Además, nadie se da cuenta de su diminuta existencia. Y sobre todo Matteo, que cree que se llama Caterina y apenas la mira.
Si tan solo supiera la sorpresa que tuvo cuando él apareció en la escuela. ella estaba molesta por esto “regalo de Dios” (después de todo, esa es la etimología de su nombre). Desde entonces, ella sólo vive para él. Ella lo ama de lejos, en secreto, con un amor tan ardiente que “alza sus llamas al cielo”. Una pasión extraña, pero que la calienta y llena sus días de alegría pura, casi mística. Matteo y esta mujer rara vez se encuentran: “Los profesores escriben, los conserjes vacían los cubos de basura. » Pero como sea. En secreto, ella lo cuida. “Lo amé inmediatamente porque entendí que sin mí no podría superarlo. »
Sobriedad, sinceridad, exactitud.
El gran arte de Lodoli: economía de medios, mínimo de efectos. En 140 páginas (“tan pocas”) recorre cuarenta años. Y dispone que esta duración, el lector la sienta físicamente al leer. Estética admirable de sobriedad, sinceridad, rigor… Cuarenta años después, en el momento de la evaluación, Matteo casi no tiene contacto con los alumnos, que lo miran como a un objeto arqueológico, “tan indescifrable y aburrido como un jarrón etrusco”. Su creación literaria ha sido arrasada por el olvido – “El tiempo se traga las montañas, imagina las palabras…” ¿Y ella, el ángel guardián invisible? ¿Podría haber conocido al objeto de su devoción, haberle hablado, haberlo tocado, al menos una vez? ¿O habrá amado en vano? ¿Vivió en vano?
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