En los laberintos de la zona portuaria de Beirut, donde mayoristas y comerciantes navales se amontonan uno tras otro en medio del ruido de una actividad siempre intensa, empujando la puerta de este pequeño espacio blanco que es la galería Marfa’, se encuentra un lugar tranquilo. aliento en el bullicio ambiental. En este “refugio” –una definición menos caótica de la realidad de los puertos– las fotografías y esculturas aparentemente inocuas de Mohammad Abdouni te agarran por el cuello después de un tiempo de contemplación.
En esta vista de la exposición de las obras de Mohammad Abdouni, a su izquierda, un paseo viril por una llanura. Al lado, un caballo solitario, como excluido de esta coreografía viril. Cortesía de la galería Marfa’.
Un padre silencioso, un poeta en secreto.
Cantante visual de la crónica queer, este artista y fotógrafo de la Bekaa se ha sentido a menudo desconectado de su entorno y de su pertenencia. La relación con su padre, un hombre taciturno de esta llanura donde rara vez se expresan los sentimientos, donde los hombres deben llevar una máscara de seriedad que define su virilidad y su sentido de la responsabilidad, le parecía lejana, difícil de establecer debido a una aparente brecha generacional y cultural insuperable. Sin embargo, existe una conexión innegable entre ambos enfoques. Poeta, este padre vierte en sus palabras toda la ternura y toda la soledad que se impide expresar. Es en la poesía donde estos dos se encuentran. Kamel Abdouni, nacido en 1956, comenzó a escribir cuando tenía poco más de treinta años sin publicar nunca sus obras, por considerarlas demasiado personales. Autorizado a leer estos textos íntimos de su padre, Mohammad logró convencerlo de que le prestara seis de ellos que servirían de base para la exposición. Semillas estériles. A través de estos escritos, Abdouni descubre un parentesco inesperado en su búsqueda común de identidad y pertenencia, una similitud en la defensa de los miedos, que conduce a una reconciliación emocional a través de sus dos formas de expresión, así como a una nueva comprensión del otro. El resultado es un diálogo en el que se unen sus distintos enfoques sobre las incertidumbres de la vida, a veces con una sátira divertida y otras ofreciendo reflexiones profundas sobre heridas del pasado.
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A tu izquierda, un paseo viril por un llano. A su lado, un caballo solitario, como excluido de esta coreografía viril. Y también un vasto paisaje desolado frente al cual se alza una figura de porcelana que representa a uno de estos hombres envueltos en un taparrabos blanco, en una actitud involuntariamente afeminada. A su derecha, un bodegón de flores sobre un mantel, un ramo desecho o en proceso de confección. Y también uno de estos tradicionales cuadros, inalterados desde la gran época en la que la Bekaa acogía un gran tramo de la Ruta de la Seda, pero amarillo como el sol bajo el cual se airea un poco entre viejas cortinas de rayas. Frente a ti, la artista Anya Kneez (pronunciada “de rodillas”, con el acento de Brooklyn donde Anya pasó parte de su vida). La drag queen es atrapada detrás del escenario y abandona el espectáculo, con el maquillaje desordenado y el lápiz labial manchado. Junto a ella, una figura “santa”, una de esas reproducciones en yeso a las que se atribuyen milagros, pero realizada por inteligencia artificial. Casi invisible, colocada en el suelo, la reproducción de una camiseta de tirantes de la marca libanesa Hanin, un clásico de la ropa interior masculina. Sustrato de un acontecimiento traumático, esta camiseta de tirantes XXL está forrada con una ropa interior de niño expuesta en Francia, como una forma de mantener a distancia las dos partes de este drama tácito y así neutralizarlo. En una habitación oculta, un vídeo que en realidad no lo es. Imagen fija, o apenas en movimiento, de la mesa de un restaurante de playa, silla y mesa de plástico, cubiertos cruzados sobre un plato vacío esperando al cliente, cenicero de cristal y sombras de soledad. La exposición continúa en la sala paralela. Una extraña Ofelia se baña, con los ojos cerrados, en un cuerpo de agua tranquila, con su vestido blanco flotando a su alrededor. A su lado, sobre un plato blanco, yace un pescado devorado con sus espinas. También veremos imágenes texturizadas de algas o pasto empujados por la corriente. Y también fotos tomadas en Estambul donde Abdouni vive parte del año, parada de autobús, mujeres con velo, imágenes triviales como todas las demás, sin otro significado que el que queremos darles, pero que juntas forman un ambiente familiar, un en -entre eso atrae la mirada sin saber por qué, pero quizás precisamente porque tiene esa fragilidad del momento antes de pasar.
En la foto de Mohammad Abdouni en la pared izquierda, la drag queen Anya es capturada detrás del escenario, saliendo del espectáculo. Cortesía de la Galería Marfa
Se intenta sin ilusiones captar en estas obras, entre clichés y vanidades, un pasado inmediato o lejano capaz de sembrar el presente o el futuro. Pero el título de la exposición confirma que el tiempo a veces se parece a esta imagen fija presentada en forma de vídeo: algo efímero que no deja de repetirse, estéril como la reproducción que hace el hijo de la melancolía del padre.
Fotógrafo, director, Mohammad Abdouni es también comisario de exposiciones. Dirige la creación de la revista de fotografía. Embutidos dedicado a explorar las culturas queer en la región MENA. Ganador de la Ayuda a la Producción 2023 de Lafayette Anticipations, otorgada a uno de los artistas del sector Émergence d’art Basel Paris, una exposición individual bajo el título Habilidades blandas (habilidades blandas) Está dedicada a él actualmente, y hasta el 17 de noviembre, en Lafayette Anticipations, en el Marais.
“Semillas Barren”, galería Marfa’, hasta el 24 de enero de 2025.
En los laberintos de la zona portuaria de Beirut, donde mayoristas y comerciantes navales se amontonan uno tras otro en medio del ruido de una actividad siempre intensa, empujando la puerta de este pequeño espacio blanco que es la galería Marfa’, se encuentra un lugar tranquilo. aliento en el bullicio ambiental. En este “refugio” –una definición menos caótica de la realidad portuaria– las fotos y…
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