Nacido en un pueblo corso marcado por la tragedia, Thomas Mariani tuvo una vida agitada, llena de giros y encuentros inesperados. Huérfano de padre desde muy joven, tuvo que abandonar su tierra natal para escapar de un violento pretendiente que había asesinado a su abuela, informa el periódico Var mañana.
Al llegar a Toulon, aprendió el oficio de zapatero y al mismo tiempo desarrolló un don natural para la música. Su talento para el acordeón, que había aprendido de oído, rápidamente le hizo notar. Alistado en el ejército, sirvió en Indochina y Marruecos, donde fabricó zapatos para el príncipe Moulay Hassan. Fue durante este encuentro que recibió el regalo del acordeón que lo acompañaría durante toda su vida.
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Pero la historia de Thomas Mariani da un giro difícil durante la guerra de Argelia, donde parte para una larga misión, dejando a su familia sin noticias. Sólo al final de este conflicto su familia se enteró de su muerte en Marsella, en enero de 1964. Unos años más tarde, sus restos fueron trasladados al cementerio de Revest, donde descansa desde entonces.
Para sus descendientes, el acordeón es mucho más que un objeto. “Cada uno de nosotros recogimos un botón de nácar del acordeón para hacer pulseras”, confiesa Pascal, conmovido por la transmisión de este recuerdo familiar.