¿Qué significan la gran iglesia de la Madeleine de París, entronizada al final de la Rue Royale, y la pequeña ciudad de Pamiers, enclavada en la hondonada de la llanura de Ariège? ¡Gabriel Fauré (1845-1924) por supuesto! La próxima semana se celebrarán allí dos conciertos para rendir homenaje a uno de los compositores más importantes de la historia de la música francesa, fallecido el 4 de noviembre de 1924, hace exactamente un siglo. Pamiers, la ciudad natal de Fauré, y La Madeleine, donde ocupó durante tantos años el cargo de organista, son dos lugares de vida emblemáticos, en el corazón de un siglo XIX.mi Siglo muy francés. Una mirada retrospectiva a esta vida de la música, en cuatro obras simbólicas que resonarán en todo el país la próxima semana, entre muchas otras.
“El Réquiem”: el golpe de órgano
En 1887, Gabriel Fauré era maestro de capilla de la iglesia de la Madeleine en París. Una vocación que nació en su infancia en Ariège, cuando empezó a tocar el armonio instalado en la pequeña capilla contigua a su escuela. Hijo de un maestro, Gabriel aprendió a tocar el órgano y la dirección coral en la escuela Niedermeyer de París, especializándose en música sacra.
Allí cultivó todos los ingredientes para escribir, en el apogeo de su carrera, la partitura que lo consagró como uno de los compositores franceses más interpretados en el mundo: su Réquiem. Una obra que hoy acompaña los funerales públicos de numerosas personalidades, desde Jacques Chirac hasta Johnny Hallyday.
La Cátedra celebra el centenario de Gabriel Fauré en Burdeos
Gabriel Fauré murió hace cien años, casi ese mismo día. Para celebrar este aniversario, Cathedra dedica uno de sus últimos conciertos de la temporada a su famoso Réquiem, cantado por un coro profesional en torno a Alexis Duffaure.
“La Elegía” para piano y violonchelo: amor desilusionado
Un joven de provincias, enviado a París a la edad de 9 años por sus padres para cultivar su talento, Gabriel Fauré luchó durante mucho tiempo por irrumpir en el mundo musical, así como en la sociedad parisina. En 1877 se comprometió con la hija de Pauline Viardot, una de las músicos más destacadas de la época.
Sin que se conozcan los motivos, Marianne Viardot puso fin a esta relación, hundiendo a Gabriel Fauré en una larga depresión unida a un sentimiento de profundo rechazo. De este período de duda absoluta, nos han llegado pocas partituras, Fauré destruyó la mayor parte de lo que produjo entonces, excepto “L’Élégie” para piano y violonchelo, con su tema oscuro y desgarrador que parece cristalizar todos los demonios que habitan en su autor. Quizás esto es lo que hizo que esta partitura tuviera tanto éxito, hoy en día se toca con mayor frecuencia en su versión para violonchelo y orquesta.
“La Pavane”: retrato de un hada buena
“Señora mi hada”, así llamaba Fauré a la condesa Greffulhe, la benefactora que le permitió salir de esta mala situación y finalmente entrar en las grandes ligas. A finales de siglo, todavía muy marcado por una buena sociedad heredada del Segundo Imperio, contar con un aristócrata influyente que le introduzca en las principales instituciones y financie sus composiciones funciona más que un diploma.
Para agradecer a su mecenas su preciosa ayuda, Fauré le dedicó una partitura escrita para teatro, cuyo manuscrito le ofreció. El éxito asoma su fea cabeza y el joven de provincias comienza a hacerse un nombre en París.
Máscaras y Bergamascas: la Ópera a los 75
En 1905, hubo reconocimiento: Fauré fue nombrado director del Conservatorio de París, después de haber enseñado allí composición y de cruzarse con algunos alumnos de renombre como Georges Enesco, Nadia Boulanger y Maurice Ravel. Curiosamente, este no fue el período más prolífico de su vida, ya que Fauré se vio perjudicado gradualmente por una incipiente sordera.
Sin embargo, todavía le queda un último golpe de brillantez que ofrecer, con la entrada en el repertorio de la Opéra-Comique (teatro que creó “Carmen”, en 1875) de “Masques et Bergamasques”, música incidental para orquesta donde escuchamos la modernidad de un hombre que nunca se ha dejado superar por su tiempo.
Entre la gran tradición francesa del siglo XIXmi y el soplo de aire fresco del siglo XXmiEntre la poesía profana y la música sacra, entre los salones burgueses y el fervor popular, Gabriel Fauré es un puente. Con un pie firmemente anclado en cada orilla, su música resiste el tiempo y habla a las generaciones que, un siglo después de su muerte, siguen tocándola, como si siempre hubiera estado ahí.
¿Dónde escuchar la música de Fauré?
Televisión. En Arte, domingo 3 de noviembre, a las 18.40: El Réquiem, en el Panteón.
París. Théâtre des Champs-Élysées, domingo 3 de noviembre, a las 17 h: velada Fauré en tres partes. En la Filarmónica de París, miércoles 6 de noviembre: “Réquiem”, de la Orquesta de París.
Pamiers. (09) Jeu du Mail, viernes 8 de noviembre: Recital de Fauré a cargo de Jean-Philippe Collard, piano.