“Prisionera de mis carencias materiales y emocionales, fui el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de abusos”

“Prisionera de mis carencias materiales y emocionales, fui el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de abusos”
“Prisionera de mis carencias materiales y emocionales, fui el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de abusos”
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Cada mañana, cuando la alarma atraviesa la niebla de su sueño inquieto, Isild Le Besco se pregunta por qué decidió publicar un libro. Por eso se prepara para colocar su intimidad golpeada por la violencia en las mesas de las librerías de todo el país. ¿Por qué pasar por todo eso, los medios de comunicación, las inevitables reacciones virulentas de las personas cercanas a uno, las dolorosas controversias? El hilo de sus pensamientos la lleva siempre al mismo lugar: no tiene elección, su supervivencia está en juego. “Cada una de las mujeres empujadas a lo horrible, que ha logrado recuperarse, porque algunas no se recuperan y mueren, tiene el deber de hablar por las demás. Para mí, gracias a mis hijos no me suicidé. No estaré en paz hasta que haya restaurado lo que he logrado superar, afirma, en uno de esos agudos vuelos de fantasía que a veces formula.

Ese libro, Decir verdad, que es publicado por Denoël ediciones de 1ejem Quizás nunca hubiera existido sin un viaje en tren. El que conecta Drôme, donde la autora y directora de 41 años vive desde el encierro, y París, a donde acude por sus obligaciones. A bordo de este TGV, en abril de 2023, un pasajero muy agitado ataca a los pasajeros. Isild Le Besco se levanta y le pide que se vaya. La mujer, de unos veinte años, lo insulta, lo golpea, le mete un dedo en el ojo. Salió con la córnea dañada, veinticuatro días de incapacidad laboral temporal y la necesidad de repetirle una y otra vez por teléfono a su hermana pequeña que no estaba. “no una víctima”.

Su ataque al tren constituye la escena inicial de su libro. Este evento es también el comienzo de una comprensión: la violencia que sufrió no son incidentes aislados, sino eventos vinculados que se autogeneran. “Prisionera de mis carencias materiales y emocionales, fui el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de maltratos”. ella escribe. Isild Le Besco traza una continuidad entre su infancia, sus inicios en el cine francés, la relación de su hermana mayor, la actriz y directora Maïwenn, con el director y productor Luc Besson, la depredación ejercida sobre ella por el cineasta Benoît Jacquot (en el inicio de su relación (Isild Le Besco tiene 16 años, él 52), la historia con el padre de sus hijos y el hecho de que hoy ella sale aplastada pero arrastrada por la necesidad de escribir para reconstruirse. Su obra se suma a otras historias similares producidas en los últimos años por mujeres como Flavie Flament, Vanessa Springora, Camille Kouchner, Hélène Devynck y Judith Chemla.

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