Valérie Plante en crisis: el Gran Premio de Montreal aplastado por Bélgica

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El reciente anuncio de la prórroga del Gran Premio de Bélgica en el mítico circuito de Spa-Francorchamps hasta 2031, aunque bien recibido por los aficionados a la Fórmula 1, suena como un duro golpe para Montreal.

Cuando deje su cargo en 2025, el daño que ha causado a la reputación y al atractivo del Gran Premio de Montreal parece irreversible.

El modelo de alternancia adoptado para el Gran Premio de Bélgica, que sólo se celebrará cada dos años a partir de 2028, sienta un precedente peligroso.

El director general de la Fórmula 1, Stefano Domenicali, ya ha expresado su apoyo a una rotación entre carreras europeas, y esa idea bien podría extenderse al Gran Premio de Montreal.

Con la total falta de modernización de la infraestructura alrededor del circuito Gilles-Villeneuve y una creciente pérdida de confianza en la administración municipal, Montreal es ahora vulnerable a una reubicación parcial -o incluso total- de su Gran Premio.

El anuncio de la ampliación del Gran Premio de Bélgica, pero con un modelo alternativo, no ha hecho más que agravar los temores de los habitantes de Montreal.

Si Spa-Francorchamps, con sus enormes inversiones, debe ahora compartir su lugar en el calendario, ¿qué pasará con Montreal, donde no se ha llevado a cabo ninguna modernización significativa desde hace años?

Los rumores de una rotación con otros circuitos, o incluso de una sustitución pura y dura por Toronto, son cada vez más insistentes.

Para los promotores de la F1, la idea de diversificar localizaciones para maximizar los beneficios económicos y atraer nuevos mercados resulta atractiva.

Y con una administración municipal percibida como hostil hacia la contaminación causada por la F1, Montreal se encuentra en una posición débil.

La comparación con Spa-Francorchamps es abrumadora. Valonia, apoyada por su gobierno regional, ha inyectado millones de euros para modernizar el circuito, aumentar la capacidad de las gradas y ofrecer una experiencia inigualable a los aficionados.

En cambio, Montreal, bajo el gobierno de Valérie Plante, se destacó por su inacción y sus prioridades mal orientadas.

Inversiones mal planificadas y visión a corto plazo han dejado el circuito Gilles-Villeneuve en un estado de relativo abandono, acentuando los rumores de una posible salida de la Fórmula 1 hacia Toronto u otros destinos más lucrativos.

Stefano Domenicali nunca ha ocultado su descontento con la administración Plante. Aunque sus declaraciones públicas siguen siendo diplomáticas, las decisiones tomadas por la F1 hablan por sí solas.

La falta de progreso en las instalaciones de Montreal, combinada con una serie de errores garrafales del alcalde, contribuyeron en gran medida a esta situación embarazosa.

Los monstruosos atascos en torno al Gran Premio de 2024, agravados por inspecciones innecesarias de las gradas y una desastrosa gestión de la logística, no han hecho más que echar más leña al fuego.

Es evidente que Valérie Plante, al adoptar una postura anti-Gran Premio en nombre del medio ambiente, ha alejado a un socio estratégico esencial.

El evento, aunque crucial para la economía local y la imagen internacional de Montreal, quedó relegado a un segundo plano, sacrificado en nombre de una visión verde desconectada de las realidades económicas.

Esta postura no sólo irritó a los promotores de la F1, sino que también dio a sus competidores, como Toronto, la oportunidad de brillar.

El Gran Premio de Montreal de 2024 será recordado como un desastre logístico y mediático. La administración Plante ha demostrado una flagrante incapacidad para satisfacer las necesidades de un evento de esta escala.

Las terrazas vacías, resultado de inspecciones burocráticas innecesarias, han transformado el centro de la ciudad en una zona muerta.

Mientras tanto, los comerciantes, que esperaban beneficiarse de las consecuencias económicas del evento, se encontraron contando sus pérdidas.

El fiasco del Gran Premio no fue un caso aislado. La Presidents Cup, otro evento internacional de prestigio, también se vio afectado por la caótica gestión de Valérie Plante.

Los atascos, los autobuses bloqueados por inspecciones de última hora y la falta total de apoyo del alcalde transformaron lo que podría haber sido un escaparate de Montreal en una humillación pública.

En las redes sociales el enfado es enorme.

La desastrosa gestión de Valérie Plante ha generado un torrente de críticas, amplificadas por un vídeo viral en el que la alcaldesa parecía perder el rumbo.

Los ciudadanos, cansados ​​de los escándalos y de las promesas incumplidas, expresan su desilusión:

“Un cono naranja funcionaría mejor. »

“Ella está destruyendo Montreal. »

“¿Por qué mantener un Gran Premio en una ciudad que ya no lo quiere? »

Estos comentarios, aunque crueles, reflejan una realidad: Montreal está en decadencia bajo el liderazgo de Valérie Plante.

E incluso mientras se prepara para dejar su puesto, las repercusiones de su gestión se sentirán en los años venideros.

La prórroga del Gran Premio de Bélgica hasta 2031, con enormes inversiones en infraestructuras, es una prueba tangible de que Montreal podría haber hecho lo mismo.

En cambio, el circuito Gilles-Villeneuve se estanca, las relaciones con la F1 se deterioran y la ciudad corre el riesgo de perder una prueba clave para su economía y su prestigio.

Los habitantes de Montreal, que vieron su ciudad hundirse en una serie de crisis en 2024, esperan que el fin de la era Plante marque un punto de inflexión.

Pero la posible pérdida del Gran Premio, o su alternancia con otras ciudades, sería una herida difícil de curar.

Para Valérie Plante, la historia recordará que fue la alcaldesa que dejó escapar la Fórmula 1, sacrificando un pilar de la cultura y la economía de Montreal en nombre de una ideología mal ejecutada.

La amenaza de alternancia para Montreal, que todavía parecía impensable hace unos años, adquiere de repente la apariencia de una certeza.

Los repetidos errores de Valérie Plante claramente han empujado a Stefano Domenicali a considerar un escenario similar en Spa-Francorchamps, donde ahora se disputará el Gran Premio de Bélgica cada dos años.

A los ojos de la Fórmula 1, la serie de errores cometidos por la administración Plante por sí sola es suficiente para justificar una reevaluación completa del mantenimiento de una carrera anual en Montreal.

Los incidentes logísticos, la falta de grandes renovaciones en el circuito Gilles-Villeneuve y la mala coordinación con los actores locales han dañado gravemente la reputación de la metrópolis quebequense.

Ante estos fracasos, la F1 empieza a favorecer la diversificación de su calendario, para preservar su imagen y centrarse en destinos más fiables.

Para Montreal, el riesgo de perder su estatus de cita ineludible y garantizada cada año es, por tanto, muy real.

Con la marcha del alcalde, sin duda será demasiado tarde para reparar el daño causado al atractivo internacional del evento.

Los observadores ya coinciden en que, adoptando la misma política que en Bélgica, la Fórmula 1 enviaría un mensaje claro: el lugar de Montreal ya no está garantizado y el desastroso historial de la administración Plante es el único responsable.

Si un futuro equipo municipal quiere recuperar la reputación del Gran Premio, tendrá que dar un giro radical.

Porque por el momento Domenicali no oculta su hartazgo: la falta de preparación y la mala voluntad que observó en Montreal le han convencido de que una rotación, o incluso una retirada total, es la mejor solución a largo plazo.

Los fallos organizativos que caracterizaron el Gran Premio de Montreal no son sólo unos retrasos o pequeños inconvenientes.

Al contrario, son el símbolo de una auténtica derrota logística que ha sacudido considerablemente la confianza de los equipos, de los espectadores y de los responsables de la Fórmula 1.

En primer lugar, el acceso al sitio rápidamente se volvió caótico. La mala coordinación entre los organizadores, el Servicio de Policía de la Ciudad de Montreal (SPVM) y la propia ciudad provocó una serie de bloqueos en las entradas al circuito, dejando a conductores, mecánicos y periodistas literalmente atrapados afuera durante horas.

Quienes tenían que acceder a los paddocks para trabajar se vieron bloqueados sin una explicación clara, mientras que los espectadores, que a menudo habían pagado caras sus entradas, sólo pudieron entrar en el último momento.

Esta situación ha creado un clima de exasperación generalizada, y algunos miembros del equipo han llegado incluso a cuestionar la fiabilidad de Montreal para acoger un evento de estas características.

Al mismo tiempo, las fuertes lluvias agravaron la ruptura. Se reportaron importantes fugas de agua en las cabinas de comentaristas y en algunas áreas de los equipos, lo que dañó equipos costosos y comprometió las transmisiones en vivo.

Los comentaristas, cuyo papel es fundamental para la cobertura televisiva internacional, tuvieron que lidiar con instalaciones empapadas, a veces fuera de servicio.

En términos más generales, la lluvia reveló el precario estado de las infraestructuras del circuito Gilles-Villeneuve, cuyas reparaciones fueron aplazadas o llevadas a cabo en pánico, sin ningún plan real de inversiones a largo plazo.

Luego, la gestión de los espectadores después de la carrera contribuyó aún más a la impresión de fiasco. Durante la vuelta de la victoria, varios aficionados entraron en pista, por falta de barreras adecuadas o de un servicio de seguridad debidamente informado.

Si bien es tradición que los aficionados se muestren entusiasmados durante la celebración del ganador, permitir una invasión incontrolada del circuito constituye un riesgo importante para su seguridad, así como la de los pilotos y el personal presente.

La Fórmula 1 denunció inmediatamente esta situación, considerando que podría haber degenerado en un incidente grave si no se hubieran tomado medidas de emergencia.

Finalmente, el asunto de las gradas cerradas, ocurrido en medio de la emoción del Gran Premio, echó más leña al fuego. Las inspecciones consideradas “superfluas” obligaron a varios restauradores a cerrar temporalmente sus espacios al aire libre, para enfado de turistas y comerciantes que contaban con este fin de semana para lograr un volumen de negocios crucial.

En lugar de infundir la vitalidad esperada durante un evento de alcance internacional, el centro de la ciudad parecía sombrío, privado del ambiente festivo por el que suele ser famoso el Gran Premio de Montreal.

La suma de estos fallos (fallos de seguridad, infraestructuras deterioradas, comunicación defectuosa, restricciones desconcertantes) acabó enfureciendo a Stefano Domenicali y a la dirección de la Fórmula 1.

Los intentos de disculparlo o compensarlo en el último minuto no fueron suficientes: en un evento tan observado globalmente, cualquier fracaso importante es inmediatamente examinado y criticado.

Al compararse con otros circuitos, la F1 constata que los esfuerzos realizados en otros lugares, como en Spa-Francorchamps, superan con creces los realizados en Montreal.

Es precisamente esta abrumadora observación la que alimenta la idea de una alternancia para el Gran Premio de Canadá, o incluso una salida pura y simple.

La imagen proyectada por Montreal, tras estos repetidos errores, pesa mucho en un momento en el que la Fórmula 1 busca preservar su reputación y sus asociaciones estratégicas.

E incluso si la ciudad cambiara de administración y se comprometiera a mejorar el circuito, el tiempo se acaba: la F1 no puede permitirse una nueva temporada empañada por tantos fracasos, de lo contrario asestaría un golpe irreparable a su credibilidad y a la de Montreal.

Mientras Valérie Plante se prepara para abandonar la escena política, su historial está marcado por estrepitosos fracasos. El Gran Premio de Montreal, que alguna vez fue un símbolo de orgullo para la ciudad, ahora está en peligro.

E incluso si una nueva administración intenta reparar el daño, puede que ya sea demasiado tarde para salvar el lugar de Montreal en la parrilla de salida de la Fórmula 1.

Para los habitantes de Montreal, la marcha de Plante en 2025 no podrá borrar las cicatrices dejadas por un 2024 catastrófico.

En cuanto a la Fórmula 1, la historia bien podría demostrar que Stefano Domenicali hizo bien en mirar hacia otros horizontes, dejando atrás a Montreal, víctima de su propia incompetencia.

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