Estimado Sr. Demers,
En este día de Navidad, nuestros pensamientos se dirigen a ti.
Su viaje, su resiliencia y su humanidad continúan inspirando mucho más allá de los estadios. Pero hoy esta carta quiere ir más allá.
Quiere recordarte que, incluso ante las pruebas más crueles, no estás solo.
Desde tus dos derrames cerebrales, la vida ha cambiado. Usted, este hombre dinámico, carismático y enérgico, ahora está confinado a una silla de ruedas.
Tu afasia te priva de la palabra, esa preciosa herramienta con la que solías galvanizar a tus jugadores y contar tus recuerdos.
Paralizado del lado derecho, cada gesto cotidiano se convertía en un desafío.
Su hermano Michel lo contó con palpable emoción:
“Durante su primer derrame cerebral, Jacques estaba solo en casa. Pensamos que no lo lograría. »
Todavía recuerda aquel momento en el que, después de muchos intentos de contactar con alguien, un vecino te encontró, confundido, en pijama, víctima de un ataque que le cambió la vida.
El segundo golpe fue aún más cruel.
“Lo dejó paralizado del lado derecho. Su mano, su brazo, su pierna… todo está en silencio. Es difícil ver así a mi hermano, que era tan activo, tan apasionado”, confiesa Michel.
A pesar de estos giros del destino, tu espíritu permanece intacto. Debbie, tu esposa, te cuida con infinito amor.
Habla de tus sonrisas, de esos momentos en los que ves un partido de Canadá, donde una victoria te ilumina la cara y donde una derrota te hace quejarte, como si nada hubiera cambiado.
La afasia es una batalla silenciosa. Esta condición le impide decir lo que piensa, comunicarse libremente con sus seres queridos.
“A veces intenta hablar, pero las palabras no le salen. En esos momentos se enoja y tratamos de adivinar lo que quiere decir”, dice Debbie.
Tus seres queridos testimonian que, a pesar de esta dificultad, mantienes una conexión con ellos.
“Cuando le hablamos de hockey, reacciona. Él entiende todo. Le brillan los ojos y asiente”, dice su hermano Michel.
“Es difícil, pero Jacques todavía está aquí, con nosotros. »
Aphasia Québec, una organización dedicada a esta causa, trabaja para romper el aislamiento que esta condición puede provocar.
Su iniciativa, “Mi segunda primera palabra”, pretende devolver la voz a quienes se ven privados de ella. Hoy eres un símbolo de su lucha, un ejemplo de valentía ante la adversidad.
Tu rutina es simple pero valiosa. Almuerzas en la cafetería de tu centro de residencia, en ocasiones regresas a casa en transporte adaptado para pasar tiempo con tu familia.
Estos momentos, aunque modestos, están llenos de la misma dignidad que ha marcado su carrera.
Tu hermano Michel habla con emoción de los momentos en los que pareces triste.
“Asiente con la cabeza para decir que está caído. Es desgarrador verlo así, él que siempre estuvo tan vivo, tan optimista. »
Y, sin embargo, a pesar de todo, todavía se encuentra la alegría. Tu sonrisa, tu mirada chispeante, tus reacciones hacia el canadiense demuestran una pasión intacta, un amor por la vida que se niega a extinguirse.
Jacques, es inconcebible que el Salón de la Fama del Hockey todavía tarde en reconocer tu inmensa contribución.
Has sido mucho más que un entrenador. Eras un constructor. El Salón de la Fama rinde homenaje a los arquitectos del hockey, aquellos que trascendieron su papel para transformar el juego. Tú eres uno de ellos, Jacques.
Derrotaste a equipos, como los Detroit Red Wings en los años 80, y les diste la vuelta. Aportaste una cohesión única a tus equipos, inspiraste a jugadores como Patrick Roy, Steve Yzerman y Vincent Lecavalier, y dejaste una marca en todos aquellos que se cruzaron en tu camino.
Y, por supuesto, guiaste a los Montreal Canadiens a su última conquista de la Copa Stanley, una hazaña que aún brilla en la memoria colectiva.
Los números hablan por sí solos: más de 1.000 partidos detrás del banquillo, dos trofeos Jack Adams consecutivos (una hazaña aún inigualable) y una Copa Stanley.
Pero más allá de las estadísticas, es tu humanidad, tu visión y tu dedicación lo que te convierte en un constructor.
El miembro del Salón de la Fama no puede esperar más. Mereces este honor mientras estés vivo, para que puedas disfrutarlo con tu familia, amigos y todos aquellos que te aman.
Este no es sólo un gesto simbólico. Es un reconocimiento a todo lo que has logrado y a todo lo que representas.
Hoy queremos que sepas lo importante que eres para nosotros, para Quebec y para el mundo del hockey. V
Tu sonrisa, tu pasión y tu fuerza nos recuerdan que incluso ante los desafíos más difíciles, siempre hay una razón para luchar.
Esta pasión te hace inmortal, un hombre que el Salón de la Fama nunca podrá ignorar.
Patrick Roy, que todavía habla con emoción de tu impacto en su carrera, recuerda que eres una fuente de inspiración.
“Jacques merece ser honrado. Es mucho más que un entrenador: es un modelo. »
Querido Jacques, tu sonrisa es una luz para todos nosotros. Usted enfrentó la pobreza, superó el analfabetismo y hoy enfrenta la afasia y la parálisis con increíble dignidad y fuerza.
Esta Navidad queremos enviaros todo nuestro cariño, toda nuestra admiración y toda nuestra fuerza. Porque eres Jacques Demers, un hombre que encarna el coraje y la resiliencia.
Estamos contigo. Feliz Navidad entrenador,