La velada podría haber sido una celebración total para los Montreal Canadiens.
Una ajustada victoria contra los Detroit Red Wings, un exitoso primer partido de Alexandre Carrier con la camiseta tricolor y una sólida actuación colectiva.
Sin embargo, mientras Carrier brillaba de felicidad después de esta hermosa velada, Martin St-Louis, el entrenador en jefe de CH, mostraba una mirada sombría y preocupada.
¿Qué está pasando con San Luis? ¿A dónde se fue el fuego en sus ojos?
Para Alexandre Carrier, esta primera velada con el canadiense fue un sueño despierto.
Visiblemente nervioso, el defensa quebequense supo mantener su juego sencillo y eficaz, recibiendo elogios de sus compañeros y de su entrenador.
“Al principio sentí un poco de nerviosismo, pero lo mantuve simple”admitió Carrier con una sonrisa contagiosa.
No dejó de destacar la aportación de su compañero, Kaiden Guhle, a quien encontró impresionante:
“Durante 22 años, sinceramente, es impresionante. Está tranquilo, bien posicionado, sabe lo que tiene que hacer”.
Incluso Guhle, aunque no es propenso a los elogios, se mostró entusiasmado:
“Fue realmente divertido. Lo mantiene simple, juega duro. Hizo un gran trabajo esta noche”.
Para Carrier, todo parecía alineado. Una victoria, una buena primera impresión y la sensación de haber encontrado su lugar en una organización a la que idolatra desde pequeño.
Estaba soñando despierto frente a los medios.
Pero mientras Carrier celebraba esta velada memorable, Martin St-Louis miraba completamente hacia otra parte. Con los brazos cruzados y las facciones desencajadas, el entrenador mostraba una expresión que se parecía más a la de un hombre que acababa de perder el séptimo partido de la final de la Copa Stanley.
Un contraste sorprendente con la energía ilimitada de Carrier y el equipo.
St-Louis, habitualmente vibrante e incisivo, parecía ausente. Incluso sus respuestas a los medios contenían tristeza en su voz.
Este videoclip nos preocupa. Realmente parece que St. Louis está deprimido. Ya no lo reconocemos.
Cuando se le preguntó sobre Lane Hutson, culpable de un error que desembocó en un gol de los Red Wings, St-Louis encontró, sin embargo, un indicio de su mordiente.
Martin McGuire, siempre atento a una declaración contundente, intentó que hablara de los errores del joven defensor, pero el St-Louis lo interrumpió:
“Lane hizo un buen partido. No veo lo que ves”
Un momento que dejó un sabor extraño. Como si San Luis intentara ocultar un profundo malestar interior. Incluso los periodistas presentes en el lugar estaban preocupados por el estado mental del técnico del CH.
¿St. Louis ha perdido su pasión o es sólo un momento de agotamiento? La temporada del canadiense no ha sido fácil.
Entre lesiones, decisiones difíciles y altas expectativas, St. Louis parece estar cargando una carga cada vez más pesada. Incluso después de una victoria, parece incapaz de alegrarse plenamente.
Algunos observadores se preguntan si las constantes presiones de la reconstrucción, combinadas con rumores comerciales y desempeños inconsistentes, están empezando a apagar su entusiasmo.
Para Carrier, esta noche fue un momento para saborear.
“El sueño de cualquier niño es jugar para los Canadiens”confió, con los ojos brillantes.
Su alegría y entusiasmo contrastan radicalmente con la actitud de su entrenador. Pero este contraste plantea una pregunta importante: ¿puede el equipo seguir progresando si su propio líder parece estar perdiendo fuerza?
A pesar de las sonrisas de Carrier y de las buenas actuaciones individuales, el ambiente era curiosamente pesado. Si la llegada de Carrier supone un soplo de aire fresco para la brigada defensiva, el comportamiento de St-Louis nos recuerda que no todo es color de rosa en el canadiense.
Una cosa es segura: el fuego que animó a Martin St-Louis debe reavivarse rápidamente, de lo contrario su influencia en el equipo se desvanecerá.
El próximo reto del CH no sólo estará en el hielo, sino también en la cabeza y el corazón de su entrenador.
Es absolutamente necesario que resurjan la pasión y la energía que caracterizaron a Martin St-Louis.
Porque si ni siquiera una victoria basta para hacerle sonreír, algo más profundo anda mal.