VAR o injusticia validada por la ciencia

VAR o injusticia validada por la ciencia
VAR o injusticia validada por la ciencia
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El VAR corrigió numerosos errores, no evitó la injusticia y generó otras formas de frustración, validadas por la ciencia.

El gol es el momento más intenso emocionalmente de un partido de fútbol. Su intensidad varía según el momento, su impacto en las apuestas del partido, quién marcó el gol, nos gusta ver concluir a las estrellas, contribuye a su leyenda o la belleza artística del gesto. Si consideramos que un gol es bonito, lo marque quien lo marque, todos los demás tienen su valor sentimental y dejan huella. La avalancha de emociones que provocan es suficiente para comprender su impacto.

La portería es también un objetivo que todos los equipos deben alcanzar, es un bien escaso y muy buscado, que distingue al fútbol de todos los demás deportes. El único que acepta el 0-0 como sanción de un partido y el 1-0 como gran victoria. La responsabilidad, concedida o no, se vuelve, por tanto, muy pesada para quien la asume. Durante muchos años, los árbitros eran los únicos que decidían y sus decisiones eran irreversibles. No se puede repetir un partido ni revertir el resultado por un error arbitral, incluso si se prueba la falta. La historia del fútbol está llena de ejemplos de goles de fantasía, goles de fuera de juego concedidos y viceversa. La injusticia del resultado no radica sólo en la suerte, sino también en las decisiones que pueden estar sesgadas.

La acumulación de errores arbitrales, que los aficionados al fútbol descubrieron con la retransmisión en directo de los partidos, y especialmente la repetición de acciones a través de cámaras que multiplican los ángulos, ha generado debates y acusaciones. Las sospechas de colusión, corrupción y arreglos se han elevado al más alto nivel de las instituciones responsables de organizar las competiciones. Terminaron reaccionando y proponiendo procesos de toma de decisiones en función de los recursos disponibles.

Los debates no fueron sencillos y las oposiciones fueron múltiples. Algunos propusieron agregar dos árbitros, haciendo cinco en total, una solución probada pero rápidamente abandonada. Al final se elegirá la solución científica. El VAR, Vídeo Asistencia al Arbitraje, se ha desplegado, al menos en las principales competiciones nacionales o internacionales. El árbitro y sus dos asistentes siempre tienen el mando del juego. Ellos son quienes deciden, en última instancia, y sus decisiones son definitivas y no pueden ser cuestionadas bajo ningún concepto. Es una constante futbolística que se ha mantenido.

Esta novedad tecnológica, aprobada en 2016, a pesar de su éxito, plantea interrogantes. No ha extinguido controversias ni ha impedido injusticias por varias razones. En primer lugar, su campo de intervención es restringido. Se trata sólo de tres situaciones: la validez de un gol, posibles penaltis y tarjetas rojas directas, en caso de agresión grave. Todas las demás situaciones son responsabilidad exclusiva del árbitro y sus asistentes. Estos últimos también han cambiado de estatus, de árbitro de touch han pasado a ser árbitros asistentes. Esto significa que todavía hay errores que se escapan al VAR, tiros libres, saques de banda, córners, goles de fantasía también. Estos últimos requieren tecnología, introducida un poco antes pero que aún no se ha generalizado. Se trata de Goal-line Technology, un sistema que permite determinar con precisión si el balón ha cruzado completamente la línea de meta o no. Una polémica reciente tuvo que ver con un gol problemático, durante el último clásico entre Real Madrid y FC Barcelona, ​​​​que finalmente fue rechazado.

Más allá de estas insuficiencias, o ausencias tecnológicas, la introducción del VAR no lo ha solucionado todo. Sólo en la Eurocopa que se disputa actualmente en Alemania podemos observar una situación de juego similar, o al menos comparable, con diferentes decisiones arbitrales, a pesar de la intervención del VAR. Llama la atención el gol negado a Holanda, contra Francia, por posición de fuera de juego y el concedido a España, contra Georgia, pese a la posición de fuera de juego de un jugador español. Para un observador neutral, la cuestión aún está por decidir.

Este no es el único, el entrenador de la selección danesa, de personalidad muy mesurada, no pudo evitar criticar el arbitraje del partido de su equipo contra Alemania. Le negaron un gol por un fuera de juego de un centímetro, impugnado por vídeos amateurs y de paso concedió un penalti por una mano en el área. El entrenador consideró que estas dos acciones eran flagrantes injusticias. Dijo al final del partido: “De todos modos no podemos pedir a nuestros defensores que corran sin usar los brazos y para nuestra portería se juega a un centímetro de distancia, no debemos usar así el VAR”. Palabras fuertes que sitúan la injusticia, al menos sentida, en el centro de las controversias vinculadas al fútbol.

Las instituciones no dan marcha atrás y avanzan hacia aún más tecnología. Experimentaron con la pelota conectada. Diseñado por un famoso fabricante de equipamiento, este balón cuenta con sensores que transmiten cientos de datos en tiempo real, utilizados por los equipos VAR. Aún no hay nada decidido, todos estos acontecimientos tienen un impacto directo en las emociones del fútbol. Retrasan la decisión y generan frustración. La decepción de quien estalla de alegría por un gol, finalmente rechazado 3 minutos después, no es una de las emociones que uno desea experimentar mientras ve un partido. El ritual y las festividades ligadas a la alegría de un gol no pueden sufrir retrasos o frustraciones tras la rectificación de la decisión. El VAR corrigió numerosos errores, no evitó la injusticia y generó otras formas de frustración, validadas por la ciencia.

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