lEl éxito de los Juegos Olímpicos (OG) París 2024 debe mucho a los escenarios excepcionales que les ofreció la capital. Después de años marcados por ataques, Covid-19, obras de construcción en cascada, la connivencia entre las impresionantes ceremonias de apertura y clausura, los cuerpos de los atletas retorciéndose en el aire y este telón de fondo de lustrosos monumentos nuevos restauraron instantáneamente la imagen de la ciudad. Este París sobre el que se alzaba el pebetero olímpico tenía poca relación con el que se hizo para los Juegos.
La vivienda de la villa olímpica, la Arena Porte de La Chapelle, el centro acuático olímpico, las instalaciones deportivas rehabilitadas, todas estas obras realizadas en un tiempo récord para el evento, quedaron generalmente fuera del alcance. En general, las imágenes en torno a las cuales la nación parecía reconciliarse tras la traumática secuencia de la disolución de la Asamblea Nacional estaban totalmente desconectadas de la ciudad tal como la viven los parisinos a diario. Producidas por Olympic Broadcasting Service, el brazo audiovisual del Comité Olímpico Internacional, fueron diseñadas deliberadamente como una fantasmagoría: un cruce entre un cuento de hadas de Disney, un documental de National Geographic y un anuncio de Louis Vuitton.
tablero de monopolio
Socio premium del evento, el grupo LVMH impuso nuevas cláusulas que llevaron a la inserción, en la primera hora de retransmisión de la ceremonia de apertura, de un montaje paralelo del trabajo de los artesanos del fabricante de baúles francés y de los compañeros de Notre-Dame. También formaba parte de la negociación la producción de estuches destinados a transportar la llama y las medallas olímpicas, identificables por su patrón de damero, de los cuales las televisiones retransmitían primeros planos desde la mañana hasta la tarde.
Archivos de 2020 | Artículo reservado para nuestros suscriptores. Juegos Olímpicos de París: “Es irresponsable malgastar dinero público en una operación de prestigio faraónico”
Leer más tarde
La ciudad de reflejos dorados, que asombró al mundo durante todo el verano, no es otra que la que dicen ser los gigantes del lujo y el sector inmobiliario. El París que configuran en torno al gran tablero Monopoly por el que compiten, por otra parte, carece de imagen. Este París “financiarizado”, “socialmente homogeneizado”, “Cada vez más artificial”incluido Hacène Belmessous, en su ensayo París ya no es una fiesta (Les Voix Urbaines, 168 páginas, 18 euros), tiene su origen en el fracaso de la candidatura de la ciudad a los Juegos Olímpicos de 2012 y en el deseo que surgió de ella de lanzarse, de ganar el premio, a la gran competición mundial del sector privado. capital, aún no tiene una representación clara.
Te queda el 55,94% de este artículo por leer. El resto está reservado para suscriptores.