Los franceses tienen el arte de crear eventos o grandes aventuras, especialmente deportivas. Si Pierre de Coubertin revivió los Juegos Olímpicos, no faltan otros ejemplos, desde el Tour de Francia (ya no especificamos que sea en bicicleta), el rally Dakar, la Vendée Globe, el Ultra-trail du Mont-Blanc. , las 24 Horas de Le Mans e incluso una excepcional carrera de trineos tirados por perros que se ha consolidado, en veinte años, como la prueba por etapas más exigente de Europa. La Grande Odyssée-VVF se inmersa en nuestro paisaje alpino único y conecta bellos macizos y encantadores pueblos de montaña, al ritmo del jadeo de 600 perros, guiados por 65 mushers, a través de Alta Saboya, Saboya e Isère. La vigésima edición de esta legendaria carrera se celebrará este año, del 11 al 23 de enero.
Creando vínculos entre pueblos y valles
Esta más que atrevida aventura fue lanzada en 2005 por Henry Kam, un hombre de negocios que nunca había conducido un trineo… Sin embargo, había unido sus fuerzas con un gran experto: la persona del aventurero Nicolas Vanier. Edición tras edición, los dos amigos consiguieron afrontar con éxito estos diferentes retos: convencer a las estaciones para acoger la carrera y a su multitud de más de doscientas personas; crear un recorrido respetuoso con la naturaleza y las pistas de esquí, gestionar los problemas de nieve (que ya existían hace veinte años) y el imprescindible tiempo de descanso de los perros. Todo con el objetivo de ofrecer un bonito espectáculo, porque cerca de 50.000 personas acuden cada año a esta ruta excepcional.
Desde hace ocho años, Annabel Kam, la hija del fundador, toma el relevo tras la repentina desaparición de su padre. ¡Y sin duda, el evento continúa con éxito! Sin duda, existe un verdadero desafío deportivo en esta competición única, con sus 12.000 metros de desnivel positivo acumulados en 400 kilómetros. Una verdadera dificultad que atrae a los mushers escandinavos o centroeuropeos junto a los franceses o españoles.
Pero su secreto también reside en su capacidad de realzar estas zonas montañosas donde, en invierno, el clima a menudo complica la vida cotidiana y hace pesado el aislamiento. Al recorrer estos paisajes, la Gran Odisea resalta no sólo su belleza, sino también a los actores que la mantienen, haciéndolos vivir todo el año a pesar de la lejanía y los peligros climáticos. Crea vínculos entre valles, pueblos y territorios. Una hermosa fotografía y un escaparate telegénico en apoyo a los esfuerzos de desarrollo regional. Y en dos semanas, serán los atletas peludos y ladradores los que acapararán los reflectores desde Megève, La Toussuire, Bessans, Val-Cenis, hasta Sept Laux y Villard-de-Lans.
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