Sigue siendo extraño: ¿Por qué Jesús pidió el bautismo propuesto por Juan? Es inquietante. Jesús no tiene pecado y el bautismo de Juan es un bautismo de conversión. Jesús podría haber comenzado su enseñanza un poco antes y haber dicho a su pueblo: “Tienes razón: déjate bautizar por Juan, es necesario que te conviertas”. Pero en absoluto: Jesús no enseña nada, realiza un acto sorprendente y confuso. ¿Por qué entonces?
El Evangelio nos da tres respuestas.
En primer lugar. Al hacer esto, Jesús nos dice –nos da una señal– de por qué vino a la tierra; ¡Él vino por los pecadores, por nosotros y admitamos que nos hace bien!
Pero si vino por nosotros, quiere encontrarnos en el terreno; juega sobre la marcha, se podría decir. Es realmente todo el misterio de la Encarnación lo que meditamos desde Navidad. “No os tomo de arriba, dice Dios, os tomo de abajo. » Jesús viene a liberarnos del mal que nos ata. Luego de haber realizado este acto, podrá entonces decir sus primeras palabras que serán: “Conviértete”. Concretamente, ¿qué significa eso? Jesús quiere restaurar la vida del hombre comunicándole la vida de Dios. No es miserabilismo: es un tanque de oxígeno. Esto también lo celebramos desde Navidad según el viejo refrán: “Dios se hizo hombre para que el hombre se convirtiera en Dios”.
Entonces Jesús vino a enseñarnos el verdadero bautismo: el del Espíritu. Jesús no sólo puede dar la vida de Dios, sino que da su Espíritu, es decir su manera de pensar:
Él da el Espíritu de los profetas, este espíritu hace hablar y entender la Buena Nueva; Él da el Espíritu que crea la fraternidad entre los discípulos de un mismo Señor; Él da el Espíritu que derribará las fronteras entre las naciones. Por tanto, es nuestra vida misionera la que hoy reaviva. No puedo recibir el Espíritu del Señor sin ser testigo concreto del amor de Dios donde vivo. Estos son los dos montantes de la cruz con los que nos firmamos. Recibo el Espíritu de arriba, para que a mi vez, como Jesús, lo entregue abajo. Este amor del Padre recibido por Jesús y en el Espíritu debe ser siempre dado a mis hermanos y hermanas. Nos invito a pensarlo esta semana, cada vez que hagamos la señal de la Cruz: recibo para dar.
Finalmente, este bautismo nos introduce en la vida íntima de Dios. Hoy el Padre llama a Jesús “su Hijo” y eso no es poca cosa. El bautismo de Jesús es un anuncio nuestro: de ahora en adelante nos convertimos en hijos de Dios. Seguramente dirás: “Pero yo ya estoy bautizado”. Sin duda, pero esta conexión es constante. El Padre dice: “Yo os he engendrado hoy”. De la misma manera que no se debe decir “fui bautizado” sino “estoy bautizado”; de la misma manera, no debemos decir “me he hecho hijo de Dios”, sino “soy hijo de Dios”. Es en cada momento que el Señor nos genera en una relación siempre nueva, como todo lo que vive.
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