Desde 2010, Manuela Nicolosi se ha consolidado como árbitro y comentarista, distinguiéndose durante numerosos encuentros de prestigio. Desempeña un papel vital en el avance de las mujeres en el arbitraje, haciendo historia al ser miembro del primer equipo femenino en arbitrar una final europea masculina, la Supercopa de la UEFA entre Liverpool y Chelsea en 2019. Nicolosi es también el primer italiano. árbitro que haya dirigido una final de un Mundial femenino, además de haber sido seleccionado para dos ediciones de los Juegos Olímpicos (Río 2016 y Tokio 2020) y cinco torneos de la FIFA.
Tras haber pasado 13 años en Francia, ejerció su profesión entre Europa, Estados Unidos y Asia, no sólo como asesora de una reconocida empresa estadounidense, sino también siguiendo su pasión por el fútbol. Reconocida como la mejor árbitra tanto de Francia como de Italia, ha dirigido más de 100 partidos a nivel profesional e internacional. También fue la primera italiana en arbitrar un partido de la Ligue 1, el campeonato francés de fútbol masculino.
La figura del árbitro: ¿interpretación o aplicación estricta del reglamento?
“En mi opinión, algunas reglas deben aplicarse literalmente, sin lugar a interpretaciones, mientras que otras requieren evaluación. Tomemos por ejemplo el famoso caso de la mano: debemos determinar si hay un movimiento intencionado de la mano hacia el balón o no. Por otro lado, hay situaciones en las que la interpretación es necesaria, como en el caso de una tarjeta amarilla, donde corresponde al árbitro juzgar si es apropiado mostrarla en ese momento particular del partido. Es una cuestión de interpretación.
Por otro lado, la aplicación estricta del reglamento debe hacerse en situaciones más claras, como la tarjeta roja, que se sanciona en caso de uso excesivo de la fuerza. En este caso, el reglamento es inequívoco: debe aplicarse siempre. Lo mismo ocurre con el fuera de juego, que se basa en criterios objetivos.
¿Debería el árbitro depender de una validación externa?
“Teóricamente, según el protocolo, el VAR (videoasistencia al arbitraje) sólo debe intervenir en caso de error manifiesto y grave. Por ejemplo, si el árbitro pita penalti por un pie en el campo y el VAR muestra que no hubo contacto. En este caso, corresponde intervenir para rectificar el error. Sin embargo, el VAR a veces puede llamar al árbitro incluso en casos más sutiles en los que un contacto considerado leve podría no justificar un silbido.
El problema es que, ya sea en el campo o frente a la pantalla, hay dos árbitros, y sucede que tienen opiniones diferentes sobre una misma situación. Sobre el terreno de juego, el árbitro percibe la acción en un abrir y cerrar de ojos desde una perspectiva a menudo restringida por un defensor, mientras que en el VAR la visualización es más amplia y analítica, similar a la que tenemos delante de la televisión de nuestro equipo. En este contexto, una situación puede parecer claramente ilícita, mientras que el árbitro en el campo la experimentó de manera diferente debido a las circunstancias.
Escuche la entrevista completa a Manuela Nicolosi aquí | Radio Radio Mattino Deportes y Noticias 18 de diciembre
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