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“Romy Schneider”: escapar de Sissi y afirmarse como icono del cine

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con el album Romy Schneider: ya no soy sissiStéphane Betbeder y Rémi Torregrossa ofrecen un retrato íntimo y poético de Romy Schneider. Exploran los años de fundación de una actriz que desde entonces se ha vuelto legendaria, una época en la que, prisionera del papel de Sissi, buscó afirmarse como una mujer libre y una actriz consumada.

Romy Schneider nació en Viena en 1938, en el seno de una familia donde el teatro y el cine estaban omnipresentes. Su madre, Magda Schneider, una ex estrella de cine alemana, y su padrastro, Hans Herbert Blatzheim, desempeñaron un papel determinante (y a veces opresivo) en sus primeros años de vida. Desde muy joven, Romy saltó a la fama: en 1953 interpretó su primer papel junto a su madre. En 1955, el triunfo mundial de Sissi la emperatriz la convirtió en una estrella internacional. Sin embargo, esta rápida fama tiene un doble filo.

Atrapados en la espiral de las consecuencias de sisila joven Schneider se convierte en la encarnación idealizada de una emperatriz romántica, atrapada en una imagen suave. A pesar de su fenomenal éxito, rápidamente sintió la necesidad de emanciparse. Romy se niega a rodar una cuarta parte y se topa con la desaprobación de su familia, en particular de su madre, cuya influencia a veces resulta tóxica.

Para escapar de la etiqueta Sissi, Romy Schneider abandonó Alemania y se instaló en París, donde conoció a Alain Delon en 1958. Su historia de amor se volvió legendaria, pero su relación fue también un primer signo de emancipación. Alain Delon le anima a liberarse de la supervisión familiar y a construir su carrera según sus propias elecciones. Al mismo tiempo, colaboró ​​con el director italiano Luchino Visconti, cuyas exigencias extremas la empujaron a superarse a sí misma en el escenario y convertirse en una actriz completa.

Este período está marcado por viajes entre París y Roma, donde los escenarios de la dolce vita contrastan con las tensiones internas de Romy. Lejos de los estudios alemanes, trabaja para romper su imagen de emperatriz angelical e imponer una identidad artística más compleja y madura. Pero el camino está plagado de obstáculos: sus elecciones luchan por borrar la huella de Sissi en el público en general.

Romy Schneider lleva dentro de sí el peso de una doble culpa. Por un lado, es bisnieta de Rosa Albach-Retty, ilustre actriz, e hija de Magda Schneider, cuya proximidad a los dignatarios nazis es un lastre histórico. Por otro lado, siente una culpa personal ligada a su deseo de autonomía y de ruptura con las expectativas familiares. Esta tensión se refleja en sus elecciones de roles. Con películas como Cosas en la vida (1970) o la piscina (1969), se consagró como una actriz de rara sensibilidad, capaz de encarnar personajes complejos, a menudo frágiles pero siempre de una humanidad infinita.

A través del álbum de Stéphane Betbeder y Rémi Torregrossa, el retrato de Romy Schneider se dibuja en semitonos, entre luces y sombras. La actriz que marcó el cine del siglo XX llevaba todas las paradojas de una mujer libre pero vulnerable, apasionada pero atormentada por sus heridas interiores. En cualquier caso, su trayectoria sigue siendo extraordinaria: desde Alemania, donde fue adorada por su rostro angelical, hasta Francia, donde tuvo que demostrar su talento, rompió estereotipos para convertirse en una actriz icónica.

Romy Schneider: ya no soy sissi Romy Schneider se debate entre la lucha personal y la afirmación artística. Desde sus inicios hasta sus logros posteriores, la actriz encarna cierta resiliencia y una negativa a lamentar sus aspiraciones. Stéphane Betbeder y Rémi Torregrossa lo demuestran con talento.

Romy SchneiderStéphane Betbeder y Rémi Torregrossa
Glénat, noviembre de 2024, 160 páginas

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