Sin duda, el Ministro Christian Dubé soñó con cielos más indulgentes para los primeros pasos de Santé Québec. Oficialmente conectada el domingo a la red sanitaria, de la que se convierte en el único empleador, la creciente agencia se enfrenta a vientos en contra, que hacen que su apuesta por mejorar el acceso a la primera línea y a las intervenciones quirúrgicas sea más incierta que la aprobación del gigantesco proyecto de ley que trajo ella al mundo hace un año.
Hay que decir que las entrevistas concedidas el mes pasado por el responsable de Santé Québec sembraron dudas que tardarán en disiparse. Preparada para esta primera prueba mediática en solitario, Geneviève Biron se ciñó a un puñado de principios y objetivos repetidos suavemente en todas las plataformas.
Nada en su discurso formateado permitió medir la determinación de la agencia de afrontar el desafío hercúleo que se le ha confiado en las condiciones casi imposibles en las que se encuentra. El Ministro Dubé, que conoce bien los códigos de los medios de comunicación, comprendió que no escaparía al mordisco de la realidad.
En su informe económico, el Ministro Eric Girard confirmó un déficit de 11 mil millones de dólares para el año en curso. Como hemos visto en las últimas semanas, todos los ministerios han sido llamados a aportar su contribución para volver al déficit cero “de forma responsable y progresiva”.
Santé Québec entra así en escena en un contexto en el que el gobierno Legault está trabajando intensamente para evitar que la palabra “austeridad” se establezca en el vocabulario de los quebequenses. El ministro Dubé tiene razón al temer que la depresión presupuestaria tenga un impacto duradero en la criatura que deberá guiar los pasos de unos 345.000 directivos y empleados de la red.
Ciertamente no quiere revivir la pesadilla de Jean Rochon, cuyo giro ambulatorio quedó estancado por el déficit cero decretado a mediados de los años 1990. No será fácil. Con recortes de 1.500 millones por hacer, Santé Québec comienza su misión con las manos atadas. El riesgo de que los efectos de la megaestructura sobre los servicios a los pacientes se confundan con los de las restricciones presupuestarias está muy presente.
Este no es en absoluto el contexto con el que soñaba el ministro para los inicios de Santé Québec. El viernes, Christian Dubé prefirió jugar la carta de la transparencia. Sí, el actual ejercicio de adelgazamiento tendrá “un impacto en los servicios”. Y sí, dependerá de la agencia “minimizarlos” mientras logra aquello para lo que fue creada.
El desafío es colosal. Lo que no significa que no valga la pena abordarlo. Hablar de la posible abolición de la agencia como lo hizo el Partido Quebequense parece, cuanto menos, prematuro. La idea de dotar a la red pública de una agencia autónoma para hacer el sistema sanitario más eficiente, flexible y eficiente para los pacientes no es una herejía en un sistema público.
Estructuras similares hacen maravillas todos los días en el mundo para sistemas similares en muchos aspectos al nuestro. No en vano encontramos estas estructuras en las recomendaciones de los informes Clair (2002), así como Castonguay (2008) y Savoie (2022).
La incursión entre bastidores de Santé Québec por parte de su colega Marie-Michèle Sioui, junto con el ex asesor político Pascal Mailhot, permite apreciar el alcance de los posibles beneficios si la agencia ganara su increíble apuesta. Al leer tres extractos de su libro que se publicará en primavera, comprendemos que los motores del público se ofrecen con esta reorganización un lujo extremadamente raro: el de detenerse a pensar juntos sobre las mejores prácticas posibles.
Se trata de un cambio radical y esencial. Al coordinar la atención sobre el terreno, en el día a día, la agencia permite al ministerio volver a centrarse en su misión fundamental: mantener sana a la población, en un horizonte mucho más amplio. Liberados ambos de imperativos que ya no les corresponden, Christian Dubé y Geneviève Biron deberían, en teoría, ganar notablemente en flexibilidad y eficiencia.
El método fue probado a pequeña escala por el ministro durante la pandemia. Christian Dubé había decidido dividir a los empleados de su oficina en dos grupos: el primero se ocupaba de los “asuntos urgentes” y el segundo de los “asuntos importantes”. Aunque en Quebec sabemos que es posible caminar y masticar chicle al mismo tiempo, hacerlo por separado permitió al ministro golpear más bolas, más lejos, al mismo tiempo y con el mismo mundo.
Evidentemente, la escala que permitió esta hazaña no tiene nada que ver con la de toda una red que acumula frustraciones y retrasos. La desmovilización sobre el terreno es evidente: enfermeros, psicólogos, farmacéuticos, médicos, asistentes, mandos intermedios, altos directivos, trabajadores sociales… los humanos sufren demasiado en esta red, que lo “urgente” arde lentamente. Será crucial no perder nunca de vista este factor “importante” en los próximos meses.
Después de todo, es en estos dos frentes donde juzgaremos al gobierno de Legault.
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