La Corte Penal Internacional emite órdenes de arresto el jueves 21 de noviembre contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, su exministro de Defensa, Yoav Gallant, y contra el jefe del brazo armado de Hamás, Mohammed Deif, por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. “Mentiras puras y absurdas”reaccionó Benjamín Netanyahu.
En Israel, esto obviamente es un shock. La solicitud de orden de detención contra el ex Ministro de Defensa, Yoav Gallant, y, sobre todo, contra el actual Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, ha sido validada por estos tres jueces de la sala preliminar de la Corte Penal Internacional. Por tanto, esto abre el camino a un posible juicio. Según un observador israelí, ex diplomático bastante moderado en sus comentarios y opiniones políticas, esta decisión se considera casi un insulto a la justicia y a la democracia del país. Lo que los jueces de la CPI le dicen hoy a Israel, según él, es que creen que la democracia del Estado hebreo no es lo suficientemente fuerte para juzgar a sus líderes y que, por lo tanto, la justicia internacional debe reemplazar a la justicia nacional. Como si Israel, dijo, ya no fuera un estado de derecho.
Por tanto, a partir del jueves 21 de noviembre, Benjamín Netanyahu y Yoav Gallant podrán ser detenidos en el territorio, e incluso en el territorio de los 124 países que han ratificado el Tratado de Roma. Este tratado rige el funcionamiento de la CPI. Esto incluye obviamente a Francia, pero también a otros países grandes como Canadá, Gran Bretaña o Alemania. A Estados Unidos, en cambio, no le preocupa porque no reconoce la competencia de la Corte Penal Internacional.
También hay consecuencias para los viajes diplomáticos a Israel y, actualmente, las negociaciones en curso sobre la guerra en el Líbano. Muchos líderes tendrán que posicionarse y algunos deberían negarse a venir a Israel para hablar con un líder buscado por muchas fuerzas policiales en todo el mundo. Por último, a nivel interno, es muy probable que Benjamín Netanyahu adopte una estrategia del tipo “solos contra todos” que hasta ahora ha funcionado bastante bien. De hecho, la sociedad del Estado hebreo está, en estas guerras que considera existenciales, detrás de sus líderes que, según muchos israelíes, deben enfrentarse a un mundo que no los comprende.
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