La autorización para utilizar misiles de largo alcance contra territorio ruso parece abrir un nuevo capítulo en una guerra que ya dura 1.000 días. Hasta ahora, Ucrania se veía obligada a limitar el uso de estas armas a su propio territorio, en un marco puramente defensivo. Ahora, el espectro de una violencia que se extiende más allá de las fronteras de Rusia se cierne sobre el conflicto. Sin embargo, esta decisión también podría ser una declaración disuasoria y no un cambio estratégico importante. Atacar directamente a las poblaciones rusas podría resultar un error estratégico con graves consecuencias.
Si Ucrania atacara suelo ruso, una escalada de violencia, o incluso un conflicto global, podría convertirse en realidad, una amenaza que Vladimir Putin no dejó de resaltar en su último discurso. El presidente ruso ha amenazado con una guerra mundial en respuesta a Estados Unidos, una declaración que probablemente sembrará malestar dentro de la Unión Europea. Algunos estados miembros pueden preferir distanciarse del conflicto directo con Rusia para proteger sus intereses nacionales. En este contexto, la próxima cumbre del G20 podría colocar las cuestiones internacionales en primer plano, relegando las prioridades climáticas a un segundo lugar.
La posición estadounidense, en vísperas de la toma de posesión de Donald Trump, sigue siendo incierta, lo que seguramente desestabilizará a la comunidad internacional.
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