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Formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la ganadería en Francia

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Si bien el sector ganadero representa el 59% de las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura en Francia, el Inrae revela todas las vías que se están estudiando actualmente para reducirlas. Alimentación animal, selección genética, manejo de rebaños, técnicas de dispersión, etc., son algunas de las áreas de investigación desarrolladas.

Después del transporte, la agricultura es la segunda fuente de emisiones de gases de efecto invernadero en Francia, casi a la par de la industria y la construcción. Con sus 18 millones de bovinos, 14 millones de cerdos y 158 millones de aves de corral, el sector ganadero representa el 59% de estas emisiones. Reducir estas emisiones es un desafío importante para alcanzar el objetivo de la neutralidad de carbono en 2050. El Inrae acaba de publicar un documento en el que enumera, entre otras cosas, todos los proyectos de investigación y las vías desarrolladas para reducir estas emisiones.

Y en primer lugar, los del metano, el segundo contribuyente al efecto invernadero en Francia después del CO2 y cuyo poder de calentamiento es 80 veces mayor. La agricultura representa el 71% de estas emisiones en Francia y la producción ganadera es la principal fuente, especialmente los rumiantes debido a su proceso de digestión biológica, llamado metanogénesis. Los microorganismos alojados en el rumen del ganado producen metano, un subproducto de la fermentación de los alimentos.

El enfoque más estudiado para reducir las emisiones del ganado consiste en modificar la composición de sus raciones. Si el pastoreo de ganado representa una palanca importante para contribuir a ello, la distribución de forrajes complementados con un concentrado rico en cereales y oleaginosas también es una solución a considerar y puede reducir las emisiones de metano hasta en un 20%. Los investigadores fueron más allá y calcularon que la ingesta de determinados complementos alimenticios a base de algas rojas o ácidos grasos procedentes de semillas oleaginosas como el lino podrían reducir las emisiones hasta en un 40%.

Reducir los periodos improductivos de los animales.

La genética es otro área de estudio actualmente, ya que representa una participación estimada de alrededor del 15% en la variabilidad de las emisiones de metano del ganado. Los científicos han logrado predecir este componente genético basándose, en particular, en el análisis de la leche de cada vaca. A partir del próximo año, las organizaciones de cría podrán incluir el criterio de producción de metano en sus programas de selección de animales. Asignando un peso del 20% a este criterio en el esquema de selección, sería posible reducir las emisiones de metano en aproximadamente un 10% en 10 años de selección y en un 30% en 30 años.

Otro campo de investigación, esta vez indirecto: el manejo del rebaño. La idea aquí es reducir los períodos improductivos de los animales, por ejemplo iniciando la reproducción antes, con nacimientos a los dos años de edad. Al evitar alimentar durante demasiado tiempo a novillas que aún no producen leche, este enfoque podría reducir las emisiones de metano de las vacas en alrededor de un 10%. Otra solución es ampliar el número de lactancias de las vacas, en lugar de sustituirlas tan pronto como madure la siguiente generación.

Casi 300 veces más calentamiento que el CO2, el óxido nitroso (N2O) es otro gas de efecto invernadero emitido por el ganado, el tercer contribuyente en Francia. La agricultura es el principal emisor, ya que alrededor del 86% de las emisiones nacionales provienen, en particular, de la fertilización de los suelos con fertilizantes nitrogenados, ya sean minerales o procedentes de efluentes ganaderos. Además del N2O, estos procesos de fertilización también son las principales fuentes de emisiones de amoniaco (NH3), gas precursor de partículas finas.

Se ha identificado que determinadas técnicas de dispersión pueden provocar emisiones masivas de óxido nitroso y de amoníaco, entre otras cosas cuando los efluentes están en contacto con el aire. En particular, el llamado salpicadura, que consiste en utilizar una boquilla de paletas para proyectar el efluente a gran distancia hacia los campos. Los investigadores recomiendan ahora su depósito directo en el suelo mediante colgantes o su entierro mediante inyección en el suelo; dos técnicas que pueden reducir las emisiones de amoníaco hasta en un 90%.

Reemplazar la harina de soja con aminoácidos sintéticos

La fabricación de alimentos, que representa entre el 65 y el 95 % del impacto medioambiental de un animal de granja, es otro ámbito en el que intervenir para limitar sus efectos. Para comprender este impacto, basta analizar la ración de los cerdos, compuesta por un 70% de cereales (trigo, maíz, cebada, triticale), pero también un 15% de tortas oleaginosas (colza, soja, girasol). Sin embargo, estas últimas son frecuentemente importadas y provienen de zonas deforestadas, como es el caso de la harina de soja de Brasil.

Durante un experimento, los científicos sustituyeron esta harina de soja por aminoácidos sintéticos. Resultado: aunque el crecimiento de los animales se ralentizó, se observó un mejor uso del nitrógeno. Este cambio de formulación también permitió reducir el impacto sobre el cambio climático en alrededor de un 20%. Esta ganancia podría calcularse utilizando una base de datos denominada ECOALIM, que el INRAE ​​publica desde hace unos diez años y que evalúa los impactos ambientales de las materias primas utilizadas en la formulación de alimentos.

Una última palanca consiste en mejorar la eficiencia alimentaria de los cerdos, es decir, su capacidad para convertir el pienso que consumen en aumento de peso. Se puede obtener mediante la selección genética de animales que exhiban este rasgo, así como mediante la optimización nutricional de las raciones de acuerdo con las necesidades nutricionales individuales de los animales. Gracias al suministro de alimentos ajustados a sus necesidades específicas y optimizados en términos de impacto ambiental, los científicos han calculado que sería posible reducir el impacto ambiental de los animales entre un 5% y un 9% en función de su perfil genético.

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