Los separatistas baluchis mataron a 22 personas el sábado en un andén de la estación principal de Baluchistán, una bulliciosa provincia del suroeste de Pakistán, donde se concentraban los viajeros. “El número de muertos asciende ahora a 22, incluida una mujer”, dijo Shahid Rind, portavoz del gobierno regional de Baluchistán, que limita con Afganistán e Irán.
Anteriormente, la policía había informado de 17 muertes, asegurando que esta cifra aún podría aumentar. Más de una hora después de la explosión, el hospital provincial seguía afirmando estar recibiendo cadáveres y heridos. Este número de víctimas es particularmente alto en Baluchistán, donde los ataques armados y los ataques son frecuentes.
El sábado, el Ejército de Liberación de Baluchistán (BLA), uno de los principales grupos separatistas baluchis, se atribuyó la responsabilidad de la explosión en la estación de ferrocarril. En un comunicado, el BLA afirma que una de sus brigadas atacó “una unidad del ejército paquistaní que regresaba a Punjab a través de la estación de ferrocarril después de un entrenamiento en la escuela de infantería”.
El BLA denuncia periódicamente ataques mortales contra las fuerzas del orden y contra paquistaníes de otras provincias. Ataca particularmente a los punjabíes, que constituyen el mayor de los seis principales grupos étnicos de Pakistán y se los considera dominantes en las filas del ejército, comprometidos en la batalla contra los separatistas.
La policía dice que está trabajando para determinar el modus operandi utilizado para esta explosión. “Al principio nos pareció que se había colocado un explosivo escondido en un equipaje abandonado, pero ahora creemos que se trataba de un ataque suicida”, dijo Mohammed Baloch, un oficial de policía local, a los periodistas en el lugar. El doctor Wasim Baig, portavoz del hospital regional Sandeman de Quetta, informó por su parte haber recibido “46 heridos”.
La explosión se produjo alrededor de las 8:45 horas en la estación central de trenes de Quetta, capital de Baluchistán, donde los pasajeros esperaban en un andén. En el andén pavimentado, el enorme refugio de chapa que debía proteger a los viajeros del sol y de la lluvia desapareció.
Bomberos, socorristas y pasajeros se afanan en trasladar los bultos abandonados por los viajeros bajo la vigilancia de miembros de las fuerzas de seguridad, fusiles automáticos en mano. Charcos de sangre y mochilas rotas de las que emergen ropas hechas jirones atestiguan la violencia de la explosión.
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