Lento pero seguro Artemis, el programa lunar de la NASA, está avanzando. El lunes 28 de octubre se dio un nuevo pequeño paso con la publicación de una lista refinada de posibles lugares de aterrizaje para Artemis-3, la misión que debería marcar el regreso de los humanos a nuestro satélite en 2026. Nueve en total, estos sitios están ubicados cerca del Polo Sur de la Luna.
Esta zona presenta “un entorno completamente diferente al que aterrizó durante las misiones Apoloexplicó Sarah Noble, jefa de ciencia lunar de Artemis, en un comunicado de prensa. Proporciona acceso a algunos de los terrenos más antiguos de la Luna, así como a regiones frías y sombreadas que pueden contener agua y otros compuestos”. De hecho, toda la tierra que rodea el Polo Sur lunar ha adquirido una importancia estratégica debido al agua atrapada allí y será crucial para futuras bases habitadas permanentemente.
Para seleccionar estos nueve lugares, la NASA se basó en primer lugar en la cartografía muy precisa de la Luna establecida por su sonda Lunar Reconnaissance Orbiter, lanzada en 2009 y todavía operativa. La agencia espacial estadounidense dice haber tenido en cuenta varios factores, como el potencial científico de los lugares -es decir, su interés geológico-, las condiciones de iluminación y las capacidades de comunicación con la Tierra, porque es necesario que los futuros exploradores no se sumerja en sombras heladas ni en silencio de radio. Pero lo que se buscaba eran sobre todo zonas con terreno abierto para un aterrizaje seguro.
Diferentes muestras
Es, además, el mismo criterio el que ha regido la elección de los lugares de las misiones Apolo que aterrizaron en la Luna entre 1969 y 1972. Estos se concentraron en los “mares” lunares, en realidad vastas zonas de efusiones volcánicas, más oscuras que los demás terrenos. pero sobre todo muy plano.
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En la época de la epopeya del Apolo, la NASA no tenía un mapeo ultrapreciso de nuestro satélite ni los medios para aterrizar allí con precisión, por lo que fue a lo seguro. Aunque recordemos que, para el Apolo 11, en 1969, Neil Armstrong tuvo que, en el último momento, tomar el control del módulo lunar para impedir que aterrizara en un campo de rocas. La otra cara de la moneda es que se estima que las misiones Apolo tuvieron acceso a menos del 5% de la diversidad geológica lunar.
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