Pascale Robert-Diard, columnista jurídica de MundoTenía 25 años cuando se encontró cubriendo el juicio de Klaus Barbie. Treinta y ocho años después, la periodista no ha dejado El mundo ni los tribunales. Para el festival, recuerda todos esos años pasados en los tribunales y las lecciones periodísticas y humanas que aprendió de ellos.
Los informes judiciales fascinan a los lectores. ¿Cómo explica este interés por los juicios y qué atractivo encuentran en ellos?
Pascale Robert-Diard: Primero, creo que es la etiqueta de la “hecho misceláneo” que atrae a las multitudes. Ver hasta dónde puede llegar la naturaleza humana con todas las prohibiciones y el misterio que ello conlleva. Personalmente, lo que más me interesa es el cruce de la línea, es decir las razones que empujan a un ser a volcarse en un momento dado. ¿Cuáles son los candados que yo tengo y que él o ella no tenía? Aprender el ensayo es también ver que, muchas veces, no hace falta mucho para que volquemos; además, los patrones para llegar a ese punto de no retorno suelen ser similares.
¿Hay alguna prueba que te haya dejado tal impresión que todavía hoy piensas en ella con frecuencia?
P.RD.: Hay tantos, demasiados incluso. En las audiencias, siempre hay un momento, un vértigo, en el que el caso sale del papel para tomar cuerpo y carne, y eso no lo podemos olvidar. Por eso no tengo ningún caso particular que citar, pero tengo muchos momentos, rostros, escenas. Hay uno quizás, un momento, que me marcó hasta el punto de hacer un libro titulado La deposición : el caso Agnelet-Le Roux, un asesinato cometido en 1977 y juzgado finalmente en 2014. En el juicio, el hijo de Maurice Agnelet acusó a su padre ante el tribunal. Fue un momento muy fuerte, pero incluso después del final del proceso, no podía sacarme esa escena de la cabeza ni encontrarle ningún significado. Así que escribí una larga carta al hijo del acusado para decirle que necesitaba comprender, y así nació mi libro.
Contar esta complejidad y, como exige la crónica jurídica, con estilo, es un ejercicio complicado. ¿Cómo describir bien, escribir bien y, al mismo tiempo, ser justo?
P.RD.: Escribir con precisión significa necesariamente escribir bien. Hay que elegir cada palabra como un pintor elegiría sus colores. La crónica jurídica es un ejercicio que lleva esta necesidad muy alta. Es un universo de tragedia, una unidad de tiempo, lugar y acción. Todo lo que se quiera transmitir sobre la violencia y la emoción se transmitirá a través de las palabras. Sobre todo porque los tribunales son el único lugar donde la prensa escrita sigue siendo la reina. Desde hace mucho tiempo tengo una regla de escritura, que fue establecida por Colette, que se puede traducir así: ” No me digas que una conversación fue divertida, cuéntame los chistes. “En un juicio no hay que decir que una escena fue desgarradora, hay que mostrar la mirada perdida de la madre, el acusado que se derrumba en el banquillo de los acusados, que no se atreve a hablarle. La mejor manera de escribir una crónica jurídica, en mi opinión, es no etiquetar el momento antes de poder describirlo.
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