Desde su lanzamiento hace 48 años, la Voyager 1 se ha sumergido en el vacío del espacio y se encuentra ahora a más de 24.000 millones de kilómetros de distancia. La Voyager 1 es, en efecto, la estrella más distante enviada desde la Tierra y representa, junto con la Voyager 2, las dos únicas sondas situadas en el espacio interestelar. Tras casi medio siglo de viaje, su carrera está cada vez más en peligro y la NASA acaba de completar una operación de mantenimiento que huele fuertemente al final de la vida de la sonda.
A pesar de su edad y de su distancia, basta con que esté orientada hacia la Tierra para poder mantener el contacto. Para estar “viva”. Una condición que parece sencilla de respetar, pero que resulta especialmente compleja en la “tierra”. Bastaría con que el propulsor encargado del sistema de alineación se detuviera, que la sonda nos diera la espalda y la Voyager 1 desaparecería para siempre. Sus demás equipos pronto dejarían de funcionar, sin radiadores que controlaran su temperatura.
Todo lo que quedaría serían sus grabaciones de sonidos e imágenes de la Tierra, grabadas en placas de oro y cobre, destinadas a cualquier forma de vida posible en el cosmos.
El grosor de un cabello, para alimentar el propulsor.
El 10 de septiembre, la NASA completó una operación de mantenimiento crítica para evitar un incidente de este tipo. Por tercera vez desde 2002, la agencia espacial estadounidense reemplazó el propulsor del sistema de orientación. Un procedimiento necesario ya que los tubos de alimentación se degradan con el tiempo, obstruidos con dióxido de silicio, lo que amenaza el suministro de combustible.
En total, la Voyager 1 está equipada con tres propulsores. Los dos primeros están dedicados a la alineación con la Tierra, y el tercero se utiliza para corregir la trayectoria de la sonda. En 2002, la NASA sustituyó el primer propulsor de orientación por el segundo, y en 2018, dio paso al propulsor de trayectoria, que abandonó su función inicial para garantizar que la Voyager 1 mantuviera contacto con la Tierra.
En 2024, este tercer propulsor sufrió la misma corrosión y su tubo de alimentación quedó tan obstruido que un espacio de solo 0,035 mm permitió el paso del combustible. Un espesor más fino que un cabello, estresó Diario Geek.
Hoy, la Voyager 1 ha vuelto a su sistema inicial dedicado a la corrección de la orientación. Un cambio que no augura nada bueno, ya que el sistema ya está en marcha. Al volver a ponerlo en marcha, no había garantías de que el encendido se produjera sin problemas. Para evitar un reinicio en frío, los ingenieros a cargo del control de la sonda cortaron el radiador principal, con el fin de liberar recursos para que el propulsor pudiera calentarse.
La Voyager 1 se acerca a su último aliento
Con sistemas de casi medio siglo de antigüedad y expuestos a un entorno crítico, cada reinicio es una misión en sí misma. Por ejemplo, el radiador principal corría el riesgo de no volver a reiniciarse nunca después de que se sustituyera el propulsor. Sin poder controlar la temperatura del equipo, no habría hecho falta mucho para que la Voyager 1 exhalara su último suspiro.
No sabemos cuánto tiempo más podrá la sonda viajar por el cosmos manteniendo el contacto con la Tierra. Una cosa es segura: esta operación le ofrece un respiro, al mismo tiempo que anuncia el final seguro de su carrera. Pero la sonda es robusta: desde noviembre de 2023 hasta abril de este año, un problema informático le impidió enviar a la Tierra datos científicos sobre sus observaciones. Un problema que ya se ha corregido y que ha dado nueva vida a la Voyager 1.
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Fuente :
Laboratorio de propulsión a chorro
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