Quitemos el falso suspense: los amantes de los perros y los gatos pueden respirar. Los haitianos de Springfield no comen animales domésticos. El mero hecho de pronunciar esta frase grotesca refleja el tumulto que ha sacudido a esta pequeña ciudad de Ohio. Un tornado artificial, provocado por Donald Trump. Durante el debate televisado con Kamala Harris el 10 de septiembre, el expresidente difundió esta leyenda urbana desde Facebook, consagrando así a los haitianos como la encarnación viral de la amenaza migratoria que pesa, según él, sobre Estados Unidos, con la complicidad de los demócratas.
Las consecuencias no se hicieron esperar. En la ciudad se registraron unas treinta amenazas de bomba, cuyo origen no se ha establecido. Se canceló un festival cultural previsto para finales de septiembre. Las escuelas cerraron, la universidad organizó clases en línea. Lo peor aún no ha pasado. El miércoles 18, Donald Trump anunció que pronto viajaría a Springfield.
En el pequeño centro comunitario haitiano, la directora de operaciones, Rose-Thamar Joseph, tiene un retraso de 280 correos electrónicos. Los mensajes de apoyo y solidaridad llegan de todo el país. “Nos centramos en la comunidad haitiana, pero es toda la comunidad de Springfield la que está sufriendo la situacióndijo este empleado de Amazon, en excelente francés. Me quedé impactado, atónito, al escuchar a Trump. Viniendo de una personalidad de esta categoría, quizás educada… Esta gente tiene todo lo que necesita para verificar la información, pero no lo ha hecho.
El director ejecutivo del centro, Viles Dorsainvil, está abrumado. Este hombre de 38 años, asalariado de la oficina de bienestar social de la ciudad, es un punto de contacto para las autoridades. Junto con otros voluntarios, Viles Dorsainvil ha estado transmitiendo mensajes a la comunidad. Se anima a quienes pueden permitírselo a instalar alarmas y cámaras en sus casas. Por la noche, es mejor dejar una luz encendida en el exterior. Salgan siempre en grupos. Tiempos extraños.
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“Me encanta la diversidad de Springfielddijo el director. Pero hay un pequeño grupo de supremacistas blancos que no están a favor de la integración. En agosto, había entre cinco y diez de ellos marchando armados, con capuchas. Solo para intimidar. También tuvimos comentarios negativos, casas y autos vandalizados. Es una situación muy lamentable, pero mantenemos la cabeza en alto”. En realidad, el problema va más allá de un puñado de extremistas. La ciudad se ha convertido en un laboratorio para Estados Unidos, un espejo de sus angustias y su polarización incandescente.
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