“Jean-Marie Le Pen, el Menhir y su sombra”

“Jean-Marie Le Pen, el Menhir y su sombra”
“Jean-Marie Le Pen, el Menhir y su sombra”
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EL EDITORIAL DE FÍGARO – La temprana intuición de Jean-Marie Le Pen de que la inmigración se convertiría en la principal preocupación de los franceses reunió a millones de votantes a su alrededor. Pero su gusto por el escándalo y sus provocaciones antisemitas han reducido al canalla de la República al papel de un espantapájaros.

Fue el “Menhir” para sus votantes, el diablo para sus adversarios, la atracción fatal para el cinismo mediático que, con él, generó audiencias asombrosas al tiempo que hacía gala de una intratable virtud republicana. El chico de Trinité-sur-Mer, un prometedor diputado antes de los treinta años, quedó atrapado en pequeños grupos antes de resurgir en las pantallas a principios de los años 1980. Su formidable elocuencia, su temperamento contundente, su viaje a través de la historia desde la guerra hasta Argelia pasando por Indochina, su dominio de los nuevos usos mediáticos (y el imperfecto de subjuntivo), su gusto por el escándalo (alentado por François Mitterrand) lo convirtieron primero en un sulfuroso y barroco. Personaje para televisión.

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Su temprana intuición de que la inmigración se convertiría en la principal preocupación de los franceses reunió a millones de votantes a su alrededor. Y luego sus venenosas provocaciones antisemitas, su espíritu de clan, este gusto por las riñas internas…

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