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Abonado
Serie
Porque quería hacerse famoso, este griego destruyó el Templo de Éfeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
para ir más lejos
A pesar de su nombre, Erostratus no era un amor. Era un jugador detestable. Literalmente. La historia de Eróstrato tal como la conserva la tradición se puede resumir en una sola línea: devorado por la sed de distinción –todo menos permanecer anónimo en la Historia–, este nativo de Jonia (actual Anatolia) no hizo nada mejor que quemar el Templo de Artemisa en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo; en términos de notoriedad, sería como prender fuego a Notre-Dame de París. Funcionó como pretendía: la posteridad recordó su nombre.
Sin embargo, no se suponía que todo fuera así. Después de su crimen, cuando Eróstrato eructa su móvil (bajo tortura, por supuesto), la sangre de los efesios sólo hierve. La pena de muerte va acompañada de condenación de la memoria : ahora estará prohibido pronunciar su nombre. Pero por tres veces desgraciadamente, algunos cronistas, intrigados por el exceso de su gesto, lo guardaron en su memoria y pronto su estilo vibró, ya era demasiado tarde, el apellido maldito…