Desde su lanzamiento, Juego del Calamar ha cautivado a espectadores de todo el mundo, situándose en lo más alto de las producciones de Netflix. Esta serie, que redefinió los límites del thriller psicológico, regresa con una segunda temporada que promete explorar nuevas facetas de las luchas humanas con el poder, el dinero y la moralidad. Entonces, ¿la secuela está a la altura de las expectativas? La temporada 2 comienza exactamente donde terminó la primera: Seong Gi-hun, traumatizado ganador del juego, está a punto de abordar un vuelo para reunirse con su hija. Pero en el último momento, se da vuelta, consumido por una obsesión: desmantelar el diabólico sistema que costó la vida a 454 personas. Gi-hun, de quien se podría pensar que estaba apaciguado por su victoria y sus colosales logros, aparece aquí más atormentado que nunca.
Esta audaz elección narrativa marca la pauta: esta temporada no solo reproduce las mecánicas del pasado, sino que profundiza las cicatrices dejadas por estos juegos mortales. Desde los primeros episodios, la atención se centra en el descenso psicológico de Gi-hun a los infiernos. Viviendo como un ermitaño, dedica todo su tiempo y recursos a la búsqueda de justicia. Lejos de la imagen del héroe clásico, aquí encarna una figura más oscura y vulnerable, que refleja el impacto duradero del trauma. Uno de los aspectos más destacados de esta temporada es la presentación de Hwang Jun-ho, el oficial de policía que alguna vez estuvo encubierto en los juegos. Aunque apenas sobrevivió, su búsqueda por descubrir la verdad lo marginó.
Al unir fuerzas, Gi-hun y Jun-ho forman un dúo atípico, listo para sumergirse nuevamente en esta pesadilla para destruir su origen. Su dinámica, marcada por tensiones e intereses a veces divergentes, añade riqueza narrativa a la trama. Pero esta alianza no basta para facilitar la tarea. Los organizadores del juego, a quienes Gi-hun pensó que podría llegar con sus recursos económicos, resultan más esquivos y crueles que nunca. Los dos protagonistas se ven arrastrados nuevamente a la arena, confrontados por un sistema donde cada decisión parece calculada para maximizar el sufrimiento humano. Uno de los elementos más intrigantes de esta temporada es la llegada de nuevos participantes.
A diferencia de la primera temporada, donde la mayoría de los jugadores eran adultos agobiados por deudas, esta vez el elenco refleja una diversidad de orígenes y motivaciones. Descubrimos un conmovedor dúo de madre e hijo, un influencer con ambiciones ingenuas e incluso un rapero controvertido, cada uno de los cuales encarna una faceta de las presiones sociales modernas. Estas incorporaciones permiten que la serie explore temas actuales como la precariedad de los jóvenes frente a las criptomonedas inestables, el impacto de las redes sociales e incluso los embarazos no planificados. Esta elección no hace más que enriquecer la crítica social que constituye el ADN de la serie. Mientras que la temporada 1 se centró casi exclusivamente en los jugadores, esta nueva versión levanta el velo sobre otra parte crucial del sistema: los soldados de rosa.
Estas figuras anónimas, alguna vez percibidas como simples instrumentos de violencia, se revelan como individuos con sus propias motivaciones y dilemas. La historia de No-eul, uno de estos guardianes, es particularmente llamativa. Muestra cómo la gente corriente puede volverse cómplice de una crueldad extrema cuando se siente empoderada. Esta exploración en profundidad del universo de Juego del Calamar Es uno de los grandes éxitos de la temporada. Demuestra que la violencia no se limita a la arena; impregna todos los rincones del sistema. Lo que realmente distingue a esta temporada es su capacidad para reflejar las fracturas de nuestra sociedad contemporánea.
Bajo su apariencia distópica, Juego del Calamar actúa como un espejo distorsionador de problemas muy reales: la explotación capitalista, la erosión de los valores humanos y las crecientes disparidades entre clases sociales. El programa va aún más lejos en su crítica a las élites. Los organizadores del juego, lejos de permanecer inflexibles en sus métodos, están redoblando su ingenio para mantener su dominio. Esta escalofriante observación ilustra hasta qué punto las desigualdades se perpetúan mediante mecanismos que están en constante evolución. Visualmente, la serie conserva su toque único: escenarios vibrantes que contrastan con la oscuridad de los acontecimientos, trajes icónicos y música espeluznante.
Sin embargo, algunos elementos adolecen de redundancia. Las pruebas, aunque siempre brutales e inventivas, a veces carecen del elemento sorpresa que tanto marcó la primera temporada. Además, la temporada da a veces la impresión de preparar el terreno para el futuro, en detrimento de su propio desarrollo. Ciertos arcos narrativos se esbozan sin explotar plenamente, dejando una sensación de asuntos pendientes. El episodio final termina con un audaz suspenso que promete una conclusión explosiva en la próxima temporada. Si bien esta estrategia cautiva a la audiencia, también puede frustrar por su falta de resolución.
Sin embargo, a pesar de estas pocas debilidades, Juego del Calamar Sigue siendo una obra de una intensidad poco común, capaz de provocar escalofríos y reflexiones profundas. La segunda temporada de Juego del Calamar logra la hazaña de profundizar su universo manteniendo intacta su dura crítica a los excesos sociales. Aunque a veces le falta audacia en su desarrollo, ofrece momentos de innegable poder emocional y narrativo. Para aquellos que quedaron marcados por la primera temporada, esta secuela es un paso imprescindible, a la vez fascinante e inquietante.
Nota: 7/10. En definitiva, una nueva temporada más rica, más intensa y, en definitiva, mejor que la temporada 1.
Disponible en Netflix
Netflix ya ha renovado Juego del Calamar para una temporada 3.