Volar no se limita a viajes y destinos celestiales. Sobre todo, es una oportunidad para profundizar en una serie de rituales extrañamente universales que (casi) todos repetimos… ¡ya sea la primera vez o la vigésima! Entonces, digámoslo: el internado tiene sus propios hábitos.
1 – La locación famosa en las redes sociales
Durante todo el año estás ausente de las redes sociales… Pero en cuanto se acercan tus vacaciones, te pones en la piel de un auténtico influencer. Cuando viajamos nos gusta darlo a conocer, y el aeropuerto es el lugar ideal para el primer check-in. Con una foto de la señal de salida y, por qué no, un título sutil para que los amigos en la oficina sepan que nos dirigimos hacia el sol. Un pequeño saludo al destino final en Instagram, y ya sentimos que nos hemos ido, aunque aún no hayamos despegado.
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2 – Transforma tu look para aligerar tu maleta
Pensabas que lo habías calculado todo con tu maleta, pero aún se te escapa el peso máximo. Y en lugar de pagar más, te adaptas poniéndote una camiseta, dos jerseys y tu chaqueta más grande.. Sí, es un poco incómodo, pero nos decimos que es el precio del ingenio. ¡Y lástima por las apariencias, el objetivo es pasar!
3 – Uso obligatorio del baño (antes y después del control de seguridad)
Incluso si no lo desea especialmente, un viaje rápido al baño antes de los trámites no le cuesta nada. Nunca sabes que la espera será larga y no tendrás forma de salir de la fila sin perder tu posición.. No se trata de añadir otro motivo de estrés cuando los controles de seguridad son suficientes.
4 – Dile adiós a tus líquidos favoritos
Lo sabemos, pero siempre nos dejamos sorprender. Estas normas sobre líquidos en cabina, es casi como si nunca hubieran existido… hasta el fatídico momento del control. Así que nos resignamos: adiós gel de ducha, crema solar o botella de agua. Y, por supuesto, la bolsa del congelador, que se supone que actúa como un kit transparente, nunca está lista.. Nos prometemos que la próxima vez estaremos mejor organizados… sin mucha convicción.
5 – El viaje al Duty Free, imprescindible incluso sin comprar
Duty Free es un poco como nuestra recompensa previa al viaje. A veces es sólo para mirar; A menudo es para comprar algo, simplemente para decir que hemos aprovechado los precios “libres de impuestos”. Un perfume para un ser querido, un capricho para ti o incluso una revista cara que no tendrás tiempo de leer.. Deambulamos, dudamos y casi siempre terminamos derrumbándonos.
6 – Llama a tus seres queridos para un último adiós
Antes de abordar, revisas tu repertorio: tu madre, tu pareja y quizás tu mejor amigo. “ ¡Voy a despegar pronto, te llamaré cuando llegue si todo va bien! » Un último mensaje tranquilizador que, sin embargo, muchas veces lo es más para nosotros que para ellos. Pocas veces salimos de la rutina sin una pequeña dosis de estrés.
7 – Vuelta exprés al baño
Simplemente colgamos y nos sentamos a esperar el embarque, pero nos invadió una preocupación. Otro viaje al baño, solo para decir que lo tenemos todo planeado.. Y aquí seguramente nos encontraremos con otros pasajeros que comparten la misma obsesión por el último control.
8 – Hazle una foto al ojo de buey, un clásico imprescindible
Nada más sentarse en su asiento, el primer instinto es tomar una foto desde la ventana, con vistas al ala o a las nubes, según la hora del vuelo. Y si no lo publicamos de inmediato, lo mantendremos caliente hasta que llegue.. Una imagen que rezuma evasión, aunque se parezca a las miles de otras ya tomadas antes que nosotros.
9 – Pruebe y vuelva a probar los botones del asiento
No importa cuántos vuelos uno tome, cada avión parece ofrecer una nueva configuración. Así que dedicamos unos minutos a probar cada botón para asegurarnos de que la inclinación funciona… o para descubrir el famoso botón que no funciona.. Un ritual curioso pero tranquilizador.
10 – Monitorea la pantalla de seguimiento de vuelos como un copiloto
Ya sea un vuelo de una hora o de doce, No podemos evitar echar un vistazo a la pantalla de seguimiento de vuelos, sólo para ver si avanzamos bien o para tranquilizarnos sobre la altitud.. Es como si hiciera que el viaje fuera más real. ¡Nos convertimos en copiloto de nuestro propio vuelo!
11 – El ritual de mascar chicles (o pastillas antiestrés)
Para algunos, mascar chicle es un gesto inofensivo; para otros, es casi vital. Prepara tus oídos para el despegue y el aterrizaje, o simplemente calma tus nervios. Y para los más ansiosos, sacamos la cajita de pastillas relajantes. ¡Cada uno tiene su propia manera de mantener la calma en la altura!
12 – La ansiedad de la maleta en la cinta
A la llegada, la famosa escena de la cinta de equipajes. Con los ojos pegados al desfile de maletas, nos estresamos al no ver llegar las nuestras. El tiempo parece más largo que nunca y cada segundo añade un poco de angustia.. Finalmente, un suspiro de alivio: aparece nuestra maleta y las vacaciones pueden comenzar oficialmente.
13 – La llamada telefónica posterior al aterrizaje
En cuanto volvamos a pisar tierra firme, la primera misión es tranquilizar a todos. “ Eso es todo, ¡llegué sano y salvo! » Contamos brevemente el vuelo, las posibles pequeñas turbulencias y el placer de estar sanos y salvos. Es un momento compartido, como un pequeño ritual de consuelo para nosotros y nuestros seres queridos.
Tomar un avión es un arte hecho de pequeñas peculiaridades. Entre el estrés y la excitación, encontramos en cada vuelo reflejos bien anclados, que cultivamos sin siquiera darnos cuenta. Entonces, ¿cuántos revisaste?