Fue durante mucho tiempo la primera lectora de Buenos días. Lógica: la prensa estaba a un paso de la Maison Icardo en Niza-Oeste. El periódico llegó caliente. La noticia era reciente. Aunque la noche aún envolvía la ciudad, el famoso establecimiento familiar, situado en la Route de Grenoble, estaba iluminado desde las 3:30 de la madrugada.
Francia Icardo estaba allí. Frente a los clientes. Detrás de la barra. Fiel al cargo. Hasta las 19 horas atendía, sonreía, dirigía y se movía de una habitación a otra con tanta elegancia como discreción.
Deja una fragancia. el de un soplo de shalimar y la imagen de una mujer fuerte, trabajadora y respetada. Francia Icardo nos ha dejado. Tenía 79 años. Nació el 28 de junio en Niza. Era un jueves soleado. Después de estudiar en un instituto de formación profesional en Magnan, decidió reunirse con sus padres, François y Anne, que regentaban lo que entonces se llamaba un camionero conocido por su generosa cocina tradicional y su ambiente animado. Rápidamente dominó los fogones, los códigos, la pissaladière, los ravioles y la tarta de acelgas. Una cocinera excepcional. Tras la desaparición de un querido padre en 1977 y de una querida madre doce años después, fue ella quien se hizo cargo del negocio con mano de hierro en guante de terciopelo.
“Le debo todo”
Gestión, gestión, proyectos, desarrollo, ella se ocupaba de todo y de todos. Sin caer nunca en el alarde y el alarde. France Icardo recibió con las mismas palabras y la misma gentileza al gerente de la empresa con corbata y al trabajador con mono.
Formó, con su hermano Jean-François –un tornado que hacía cinco cafés y tres billetes mientras vendía un cartón de cigarrillos–, un dúo de una eficacia que dejaría boquiabiertos a un ejército de soldados hiperactivos. Verlos anticipar la más mínima orden era un espectáculo impresionante. Recién ingresado, ya servido.
“Ella era quien dirigía el negocio. A ella le debo todo”.dijo Jean-François, devastado por esta partida que tanto temía. Si él es un personaje, ella era un temperamento. Erguida, digna, de pie incluso frente a un ladrón que le rompió la nariz con la culata de su arma una noche de angustia y terror. En 2008, tras la venta de la Maison Icardo, pudo disfrutar de la vida, de su hermana Rose-Anne, de sus sobrinos Anne-Carole y Jean-Christophe y de su casa en Cros-de-Cagnes, donde se sentía tan BIEN. Podrías encontrarla en la rue des Oliviers, a orillas del mar, o en Charlot 1.es sentado a una mesa frente a un bonito lenguado o un soufflé. También había practicado bridge y en ocasiones se había regalado una escapada a una hermosa ciudad europea.
Finalmente, Francia Icardo siempre lee Buenos días y me detuve, con mucho gusto, en las páginas locales y en los artículos de Christine Rinaudo. Amaba a la gente y las historias. La suya es rica e inolvidable.