Tras la promesa de Emmanuel Macron lanzada durante la agitada inauguración del Salón Agrícola Internacional el pasado mes de febrero, el establecimiento de precios mínimos no ha avanzado mucho desde entonces. Aunque se aprobó un proyecto de ley en este sentido en la Asamblea Nacional, la disolución de la cámara parlamentaria y la inestabilidad gubernamental que siguió no hicieron avanzar los debates.
El mal recuerdo de las “montañas de mantequilla”
Si la idea ha sido más o menos bien recibida en el mundo agrícola, dos investigadores acaban de publicar un estudio sobre el tema en el Instituto de Políticas Públicas (IPP). Los precios mínimos, que se introdujeron en 1968 para la leche en polvo y la mantequilla a granel, antes de dejar de ser efectivos a principios de la década de 2000, dejan un recuerdo contradictorio, según describen, simbolizado por las “montañas de mantequilla”.
Debido a un desequilibrio entre oferta y demanda, la Comunidad Económica Europea intervino comprando excedentes antes de almacenarlos o exportarlos con pérdidas. Éste es el peligro cuando los precios mínimos superan los precios mundiales, observan los autores.
caza monopsonio
Sin embargo, en su estudio muestran que los precios mínimos seguirían siendo eficaces en determinadas situaciones de mercado para la remuneración de los agricultores. Este sería el caso cuando “los agricultores se enfrentan a compradores con poder de monopsonio”, es decir, cuando un pequeño número de compradores son capaces de imponer un precio inferior al precio competitivo. Se trata de productos ganaderos (leche, carne) y de horticultura, a diferencia de los cereales.
Siguiendo con el ejemplo de la leche cruda, los autores observan que entre 2003 y 2018, los productores lácteos franceses compraron leche cruda (sin etiqueta de agricultura biológica o AOP) “en promedio a un precio un 16% inferior a su contribución marginal a sus beneficios. “Esta cifra oculta ciertas disparidades, en particular un mayor poder de monopsonio en departamentos caracterizados por una escala industrial más concentrada”, matizan.
En respuesta a esta situación, “un precio mínimo indexado a los precios internacionales y teniendo en cuenta los costos de fabricación de los fabricantes conduciría a una mejor remuneración para los agricultores y una reducción de los márgenes para los fabricantes”.
Eficiencia condicionada
La otra cara de la moneda es que “el establecimiento de un precio mínimo efectivo podría, no obstante, desestabilizar un sector a corto plazo y reforzar la concentración de su nivel industrial a largo plazo, haciendo incierto su efecto sobre los precios pagados por las empresas. consumidores”, matizan los investigadores.
La eficacia del precio mínimo sería limitada si no se complementa con otras medidas para apoyar la producción agrícola. Los autores discuten la necesidad de subsidios, políticas comerciales y esquemas de seguros para limitar los efectos negativos de los peligros climáticos o las fluctuaciones en los mercados internacionales.