Ante la huida del ex presidente sirio Bashar al-Assad y el colapso de su régimen, me encuentro, como sirio que vive en el extranjero, absorbido por las redes sociales. Reviso un flujo interminable de información sobre mi país natal. Justo en las tres horas previas a escribir esto, vi: informes sobre el asesinato de una física siria y su marido, la destrucción de una antigua iglesia, el anuncio de nuevos miembros del gabinete, ciudadanos limpiando las calles, una mejora en la situación siria. Libra, las minorías se suicidaron después de recibir amenazas y acusaciones de que un millón de personas estuvieron retenidas bajo tierra durante décadas en la infame prisión de Saydnaya.
Este es un momento crucial para Siria y para nosotros, que somos testigos de cómo se escribe su historia. Es imperativo abordar los peligros que plantea la desinformación, noticias falsas (noticias falsas) y desinformación.
Cuestiones críticas
A medida que evoluciona la situación en Siria, cada nueva información tiene el potencial de moldear opiniones, influir en decisiones y desencadenar acciones. Sin embargo, no toda la información es confiable. La desinformación (información intencionalmente engañosa) y la desinformación (información incorrecta difundida involuntariamente) amplifican la confusión, aumentan las tensiones e incluso socavan los esfuerzos para apoyar a una nación que ya es frágil.
Las redes sociales, si bien son una fuente vital de noticias, a menudo exacerban estos peligros. Diseñadas para maximizar la participación, estas plataformas resaltan contenido con impacto emocional, a menudo a expensas de la veracidad. Sin olvidar que Méta, en Canadá, bloquea las noticias tradicionales en Facebook e Instagram.
Para nosotros, los sirios que vivimos en el extranjero pero profundamente apegados a nuestro país, esta dinámica se suma a una carga emocional ya inmensa. Entre la esperanza, el miedo y la desesperación, resulta fácil creer y transmitir información sin verificarla.
El impacto de las emociones.
Estudios sobre la psicología de noticias falsas muestran que las emociones desempeñan un papel clave en la configuración de creencias y comportamientos en línea. Las emociones fuertes como la ira, la tristeza o la excitación pueden afectar nuestra capacidad de pensar críticamente. Por ejemplo, leer una noticia sobre el asesinato de un científico provoca inmediatamente indignación o dolor, provocando así un cortocircuito en nuestros instintos analíticos.
En estos momentos de fragilidad, la desinformación emocional se vuelve particularmente peligrosa. La precaria situación de Siria requiere unidad y confianza, pero noticias falsas corremos el riesgo de socavar estos cimientos. Una afirmación falsa sobre la mejora de la libra siria, por ejemplo, podría elevar momentáneamente la moral, pero también podría conducir a decisiones económicas imprudentes.
Del mismo modo, las historias exageradas sobre la prisión de Saydnaya podrían provocar pánico y desesperación, empeorando el trauma.
El papel de los ciudadanos informados
Como nunca he conocido una Siria gobernada por nadie que no sea la familia Al-Assad, me cuesta imaginar lo que podría venir después. La noticia de la huida de Al-Assad despierta una mezcla de emociones y, en medio de este acontecimiento histórico, la avalancha de historias contradictorias hace que sea difícil discernir la realidad de la ficción.
Siria necesita claridad, solidaridad y verdades confiables más que nunca. La desinformación es un arma que fractura a las comunidades, obstaculiza el progreso y alimenta la desesperación. Para aquellos de nosotros que observamos desde lejos, incapaces de actuar directamente, pero profundamente comprometidos con el futuro de Siria, la responsabilidad es clara: garantizar la verdad y la constructividad de las historias que amplificamos.
Una elección crucial
¿Qué le depara el futuro a Siria? Me gustaría tener una respuesta. El camino, ya sea que conduzca a la recuperación o a mayores disturbios, estará determinado por las historias que decidamos creer y comunicar. Elijamos sabiamente.
No olvidemos que Siria es hoy escenario de varios conflictos no resueltos que se cruzan: el conflicto suní-chií, el conflicto árabe-israelí, el terrorismo de los extremistas y los intereses kurdos. Potencias externas como Rusia, Turquía e Israel están difundiendo discursos mientras compiten por una porción del pastel sirio.
En este momento frágil, tomemos decisiones sabias sobre la información que consumimos y evitemos que Siria se convierta en otro Estado olvidado y fallido. Luchar contra la desinformación no es sólo una necesidad: es un acto de amor por un país y su gente. Siria no merece menos.